Amor dormido, pleno amor.

Ya se alargan las tardes;

los tréboles nos vuelven.

Ese hondo sueño del verano queda aciago,

y ni a media voz se piensa en la salvación.

De la nueva primavera aún nada,

nos queda un invierno, todo,

y las melenas del otoño.

¡Cuán advenimiento!,

el que yo fui y te espera.

Hay tan poca plenitud,

luz nada más, que rodeas

y subyaces insomnio.

Trébol, trébol,

trébol desnudo:

extraño.

Y delicias…

¡Qué poder más soberano!

El mar es un olvido,

delicada masa.

¡Cuán raudal fantasma!,

¡cuán olas arrastras!

¡cuán espaldas!

Piedra, papel,

madera.

¡Cuán carne recuerdo!

Ahí, remoto,

noble.

 

 

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