Tag: cursitos de cocina

28
Jul

No eran viejos que olían a alcanfor

Apenas la blanca aurora había dado lugar a que el ardor de los calientes rayos dejase pasar, bienaventurados pusieron en marcha su gentil treta.

Unos estaban de concierto veraniego, otros de paseo o hablando de todo aquello que quisieran. Ellos, en el aire y en la tierra, en lo ancho y en lo alto. Obraban su milagro.

Faltaban muchos meses para que los predicadores y otros tantos colocasen en lugares cercanos regalos. Se hicieron pasar por ellos en lugar de irse a la piscina u otros gustosos sucesos.

Ellas, hasta se adornaron con sortijas de azabache.

Primero hubo un concurso de ideas, después, durante tres días, pruebas y más pruebas. Los elegidos representaban tanto el poder como la rebelión, privilegiados por haber llegado a esa su tercera edad, algunos camino de la cuarta. Todos, diplomáticos de primera línea y rostro del peaje emocional de lo que no tuvieron de niños, haciendo uso legítimo de ese derecho fundamental.

Con todo y con eso, casa por casa se encontraron con lo mismo: ¡putos niños esperándoles! Ninguno estaba jugando a videojuegos, leyendo, cantando, haciendo deporte, la compra o recogiendo la habitación. Todos esperándoles, obsesionados con ganarse algo a toda costa. Su regalo, por pequeño que fuera: les hacía ilusión.

Los habían pirateado. Una de esas aplicaciones con las que la gente, de madrugada, día o noche, se decían sapos, flores y quedaban o tramaban algo. Por jóvenes, los carcas de los viejos no se percataron de la inclusión, y eso que hubo juramento de palabra para no desvelar la famosa treta. Esos ancianos querían ser poco menos que protagonistas indirectos, tanto así como el anónimo famoso que iba dejando pinturas a modo de grafitis, muy cotizados.

Por suerte, en tiempo récord se justificaron: “Se trata de cosas tocantes a esa historia y no a otra”. Dicho así, ningún peque se hubiera enterado; pero como estaban compinchados con los padres, ellos se los explicaron: “Están leyendo a Don Quijote, nada más, se lo toman demasiado en serio, son las prácticas de la Universidad de Mayores; necesitan unas vacaciones”.

Y todos se fueron bebiendo el vaso de leche (algunos, agua con hielo). Peques, jóvenes, papás, mamás y los más adultos. No quedaron de más las galletas de chocolate, las pasas, ciruelas, dátiles, pistachos, orejones, higos secos, más galletas (ya con canela), y otras de jengibre, buenos helados (de todos los sabores, pero especialmente de turrón), y prometedoras recetas, que los papás también hicieron sus cursitos de cocina. Las mamás, queriendo que todos caminasen más de lo justo, y sin ni poder colgarse la medalla para no sentir tan extraordinarios martirios.

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