Tag: masculinidad positiva

12
May

Memoria de un día vacío: PEBELTOR

 

Los antiguos se morían y a los nuevos no los quería nadie. Resultaba difícil ordenar tantos demonios. Había regiones imaginarias en ese edificio y, todavía por la boca moría el pez. Juegos de guerra, en definitiva. Lecturas, aprendizaje y la ciencia de contar historias. Una de ellas versaba sobre el autorretrato de un piano ruso, y no sobre si Putin era o no un psicópata y el mundo estaba pagando lo que sufrió de niño. De enseñar masculinidad positiva tampoco. Estaban donde estaban. Había noches en las que solo quería morir. Lo que llamaban locura era una soledad atronadora. Vecinos, todos. Muchos.

Y estaba ella, la que sí sabía y tenía una extraordinaria vida corriente, muy alejada del lenguaje de la factura de la luz y esas otras maneras de vivir. Vivía. Aprovechaba su momento. Era todo un pájaro de carne en un mundo complejo en el que la gente quería respuestas sencillas. Mostrarse vulnerable ante el mundo no tenía ventajas. Había que hacerse con ello. Y no lo tenía fácil. Olía a muerto en su rellano. Alguien que tuvo una verdadera catarsis de dolor. Un mamarracho y soplagaitas que a los sin hogar los miraba, pero no los veía, y quien le hacía muy largos los días y muy largas las noches a la señorita.

Si bien, en psiquiatría no se había avanzado nada en el último medio siglo. Más la vida les era eso, y el mérito integrarlo todo. Ella lo consiguió. A ratos venía a ser una lechuza, en otros un antílope, una mujer, la niña que fue, etc. Era el juego de la vida. Ilimitada y salvaje. Fascinante. La hija ilegítima del vecino conquistaba como nadie ese edificio. Ella y sus lecturas, verdaderos contrapesos, necesarios para los malos tiempos. Correteando por los jardines y el palacio o campo de El día que llovió hacia arriba; El lenguaje del pasado; Flores de plástico; Zanahorias para todos; Siempre hay algo que decir, y tantas otras, notando como que le llamaba especialmente la última, la de El sexo de las embarazadas, que no iba de cómo evitaban los jóvenes rusos el servicio militar para no ser enviados a la guerra de Ucrania, pero que en algo se tocaba (y eso que la mitad de lo que se decía no se lo creerían todos), por cierto y verdad, y el gran miedo de quedarse en nada, pasando por la vida sin pena ni gloria. Otros aspectos prácticos de las negociaciones colectivas y de las personas, formándose y estando sin estar. Leyes de la ascensión en las que no todo era bonito, que había quienes podían tener dos cabezas, tres manos y dos corazones.

Al tiempo, los servicios secretos rusos podrían estar planeando deponer al verdadero Putin en plena guerra, según The Times. Y estaba Masha, el primer oso rescatado con éxito en Ucrania, que llegó temblando a su nuevo refugio en tal lugar gaditano: la Base Naval de Rota (donde se desarrollaba la obra El sexo de las embarazadas). Un oso que también votaría. Todo presuntamente, que nada se podía decir ni afirmar por la dificultad de lo militar. 

Nuestro mundo es un envoltorio.

Una cáscara delgada y fina.

PEBELTOR

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