La frágil moral

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¿Qué es?

Una novela descarnada sobre ejecutivos y empleados, a los que les vendieron posibilidades y recogieron realidades. La Tierra, como tal, no debería alimentar a miles de personas más con seres como los Peterson, y sus secuaces. Son auténticas bestias, implacables, y remedio. Gentes que marcan, poderosos sin ruido, y personas de la más tosca ignorancia. La vida humana parece tener un valor muy relativo para los mismos: se detectó cocaína hasta en el agua de los ríos.

No siendo lo suficiente como para crear a un ser humano civilizado y forjar una sociedad plural que les reporte más y más riqueza, tanta como divinidad, saben, no obstante, que el arte transmite muchas veces un suceso y un momento clave de la historia mejor que una foto.

¿De quién trata?

Naomi Peterson, hija adoptada de un eminente neurocirujano y presidente del Centro J.M. Peterson, comparte familia y días de trabajo con la clemencia de otros tigres macho, hermanos y hermanas de distinto color y condición. Casi todos médicos, y ejerciendo. Son el motor de los cambios y no saben adónde pertenecen y si pertenecen a algún sitio. El padre los intenta guiar, no perdiendo el negocio, con sus salas y cuartos traseros. La impaciencia cognitiva.

Fred Boyle, que hace de CEO, y el calvo, un tal Benjamin Jones, representan argucias, asesorando. Su madre, inválida, comparte con el mayordomo y cocinero (Gordon) sus momentos y hobbies. El padre con Sadie, ama de llaves, como poco. Y mirando en derredor, aparte de las Nathalie, Emily, y otros tantos, con sobrinos incluidos, está la perra, Ora, un mal disimulado regodeo, no obstante, disfrutaba con los grafitis. Gibson, un escocés, medio novio medio amigo, tendría un montón de cosas que decir, tantas como Andrew, o los militares en funciones (eslovenos). Todos, viviendo a muerte lenta. Y lo demás sin historias.

¿Cuándo se desarrolla?

Durante los meses de febrero, marzo y abril de un dos mil diecinueve cambiante, con súbita valentía y decisión, deseosos de colaborar para seguir ganando, los que van quedando. Los médicos y gestores, algunos, no entienden más que de números o cuestiones de estatura (rango) y los ritos de amistades circunscritas, más la imperiosa necesidad de verse a sí mismos como seres superiores. Mortífera mezcla de arrogancia, autosuficiencia y pusilanimidad.

¿Cómo se trabaja?

Temerosos de perderlo todo, trabajan. Es su condición, lo que les hace peligrosos, se exigen lo máximo. Sí, además tienen la necesidad universal no satisfecha: pertenencias, su otro yo. Por ello que todos sus actos entrañan una elección final a despecho de su complejidad entre el silencio y la voz, una victoria con muy mal resultado, pues el tiempo no borra: ubica.

En otra ciudad, quizás no tendrían tanta importancia, solo que ahí Dios les garantiza caer de pie.

¿Dónde sucede?

Hacía décadas que Chicago no volvía a ser la ciudad de los vientos, esa segunda gran urbe, tercera para algunos. Imagen de Londres para unos, de Washington y Nueva York para otros.

La Finca, ese lugar alejado, no tanto, del Centro J.M. Peterson es una extensión más de ese fin y principio sanitario de los Peterson, que antaño tuvo una fea e insípida fachada, y en tiempos, ha ido cobrando una resplandeciente y majestuosa capitalidad, que ni Venecia le envidia.

En las paredes y recovecos, Florencia crece, haciendo del centro sanitario algo atractivo, inimaginable, proporcionado a quienes lo frecuentan y regentan. Y, desde las alturas se filtra el sonido de un profundo suspiro vaticano, confuso por hacer algo más que obedecer a su Roma.

¿Por qué?

La amistad ejecutiva ni es familia ni es amistad, sino trabajo. Y los trabajos requieren de obediencias ciegas muchas veces, decisiones que menoscaban los desarrollos personales. La conciencia social como bien común la manejan satisfactoriamente; las suyas, propias, no tanto. Beben, fornican, engañan, se venden unos a otros, fuman y demás. Cualquier cosa les da la menor utilidad. Hasta hacen vudú. Necesitarían hacerse la cirugía estética para salir de casa, ahora bien, ello es parte de su diván y patíbulo, son ellos quienes ofician la popular medicina.

Algunos tienen de sí una doble imagen: como de grandes hombres o mujeres, y al tiempo, de irritables, mandones, excéntricos o viejos. Quizás, hubiera sido preferible decir lo que pensaban; los médicos no pagan ni el café, y el resto de personal sanitario reparte sustantivamente.  

¿Para qué?

Casi nunca la sociedad se ha molestado en pensar en quién confía, teniendo más credibilidad el que más tiene y sabe manejar que cualquier otro. Decirse todo aquello que les duele, hijos y empresarios, les desacredita la vehemencia. El uso de las armas y el nexo con la vieja Europa, son palideces que ambicionan tanto o más que los adinerados o la dificultad de ahogarse.

Tener un hospital para pobres en su complejo societario, cosa que no les sugiere vergüenza alguna, influye en la sociedad. Los Consejos de Administración, a muchas plantas de altura, hacen que por sus bocas respire la sociedad; tendiendo a prolongar sus últimos momentos.

¿Qué formato se aplica?

Se escribe en prosa. La sólida evidencia de riqueza lo precisa. Lo que demuestra lo difícil que es encandilar sino con envidia sublimada. Renegar del destino es otro placer añadido.

El arte trasmite muchas veces un suceso y un momento clave de la historia mejor que una foto o un titular cualquiera. En La frágil moral es dinero. Medicinas estéticas y reconstrucciones de personas, convicciones, que, siendo iguales se empeñan en parecerse a lo peor del ser humano en una mentalidad de masas por la otra Norteamérica (el Dios más poderoso).

Un mundo creíble, intenso, reflexivo y, sobre todo sexualmente adinerado, donde Chicago, como percepción y época, tiene mucho que aportar. La hija, y su visión desencantada y agridulce, encierra una sátira descarnada más el cruel capitalismo competitivo, amén de las nítidas bellezas, en todo ese hormigueo de la existencia humana que reequilibra a la gente tóxica. Otros tipos de silencio, donde nos vendieron posibilidades y recogimos realidades.

Girar en torno a la soledad y la ilusión, trabajos y naturalezas, conecta con el Centro J.M. Peterson y su conglomerado empresarial, de base sociosanitaria, y esa dinastía que se ve avasallada por intereses varios y acepciones tan singulares como el color de la piel o los apetitos de la juventud en la vejez.

Sí, la vida humana parece tener un valor muy relativo hoy en día.

Los retratos psicológicos de cada personaje van avanzando a fogonazos, partiendo de una prospección simple, con pocos diálogos (solo al principio) para ir hacia esa oratoria moderna, incisiva, donde la protagonista, una chica pobre por rica y extremadamente guapa, usa sus dones para con la cirugía en favor de sí y los demás, teniendo a cambio, inconformismo y hombres y mujeres que la miran como parte del negocio. Naomi, es imperiosa, poder; y, La frágil moral, la sólida evidencia de riqueza.

Los escenarios se definen a tenor de la trama que los guía, respetando en mayor medida la profundidad histórica sin entrar en pormenores, pues, la disquisición principal es esa inquietante y exuberante conjunción de normas, costumbres y usos que se consideran buenas para dirigir o juzgar el comportamiento de las personas en esa comunidad (Peterson & Asociados).

La música es ese pájaro que da cuerda al mundo, especialmente el jazz. Y la religión o lo que se le parezca, como factor de sostenibilidad, cobra sentido, abarcando esa manifestación entre el bien y el mal.

Lo ideal es no establecer un menú cerrado, hasta se ha detectado cocaína en el agua de los ríos.

Virtuosos, perniciosos, cada personaje descubre parte del tejido social humano, con debates propios de la bioética y lo económico, u otros imperativos categóricos que se les hacen equivalentes: sexo, raza, genealogía, maternidad. Hechos sociales que vigorizan y atribuyen cordura, capacidad de decisión, y que engañan y hieren siendo agudos en grado sumo en todos los mundos sutiles.  

Los brindis, el vudú, los fondos de inversión, la promiscuidad, el deporte, los diagramas cerebrales, las riquezas y las empleabilidades más burdas y mundanas, la medicación por hábito necesario y el uso de las armas propician seguridad en ese centro clínico como pautas y exilio. Pero la igualdad en todo es sinónimo de equidad. Y el miedo a los demás, a lo que puedan hacer, un sometimiento estricto. Luego se vive a muerte lenta: y lo demás son historias.

En consecuencia, nuestro Chicago sufre la soledad del país vulnerable. ¿Qué fue de la era de las mujeres fuertes?, ¿o lo son?

Nadie mejor
El picaporte
Lobos
Una niñez cualquiera
Flores de abundancia
Con el tiempo
Zancadillas
Estaturas
Siempre habrá otro
Hijos de todos
Verlo venir
La vacuna
Es propio de Dios
Vuelta a casa
Inmensa grandeza
Solo quiero hablar
Acciones aisladas
Los desposeídos
Guardianes de recuerdos
Premonición
Dolor y gloria
Los abrazos rotos
La semilla del Diablo
Crepúsculo
De todas las mujeres
Ni conozco
Inevitablemente
Cambio de tercio
Punto de partida
Operas primas
Cara de niño
La estupidez
Esa pequeña princesa
Un caramelo juvenil
Tuvimos tiempo
Estrella errante
Tiro de gracia
Nieblas
Naomi Peterson (Piel de noche; Piel de día; Ojazos; Blancanieves)
Fred Boyle (CEO en funciones)
Benjamin Jones  (El calvo; asesor fiscal)
Margaret Atwood (enfermera jefa)
Padre (Presidente J.M. Peterson; neurólogo)
Madre (silla de ruedas)
Nathalie (Reflujos; nutricionista)
Emily (aristócrata; traumatóloga)
Hermana en coma (dueña de la perra Ora; farmacóloga)
Hermanos negros (el psicólogo -uno de ellos-)
Otros (Más hermanos/as; sobrinos; Van Gogh-Brenda; El samurai; Xiao Miao; Leslie; Rainer; Treena; Winston, etc.)

Boxeo; Golf; Sexo; Asambleas; Putas; Capilla Sixtina; Música; Jesucristo; Fusiles; Anatomía; Hermanas; Cirugías; Van Gogh; Napoleón; Comités; Aviones; Sindicato; Motos; Punto de partida; Naomi; Mayordomo; Cocinero; Xiao Miao; Caballero negro; Andrew; Disparo; Pornografía política; Centro J.M. Peterson; Chicago; Whisky; América; Lujo; Hija; Herida; La Finca; Emily; Gibson; Lisiada; Arzobispo; Reflejos…