Las acciones de los hombres son las mejores intérpretes de sus pensamientos, lo acuñó James Joyce, supongo que, justificando la ordinariez y el egoísmo, por cuando alcanzan la verdadera grandeza. Con ellas no lo hablo, callo, miro.
“Es el precio a pagar por colocarse de frente ante las puertas de las historias”, me dijo sobria, de novios. Desde entonces siempre he sabido estar callado. Y las niñas, que no extrañan; quiero retratarlas antes de que sean adolescentes. “Cuando dictó la sentencia le perjuró que la mataría”, me lo dijo su pasante, otra indiscutible Ulises.
Tiene mérito amenazar estando muerto, no aprenden.
Si no millones, muchos miles de habitaciones cerradas había como esas. Vivían con ese rencor, más bien dolor. Se llegaron…
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…
Para el hombre sin rostro no era un detalle menor. Tratar de entender la conducta de ese ser humano le…
En mala ilusión cabía la paz, y eso que no pretendía volver a ser lo que era. Enfermo del cuerpo…
Nadie elegía su propio destino, ni donde descansaban las flores. El desasosiego de nuestro tiempo los hacía caminar como gatos…