Siempre salían antes, sobre las nueve menos cuarto, para ajustarse al horario de la iglesia que les servía de coartada. Se ataban y apasionaban, dándose relevancia a cada centímetro de su piel, admirablemente coordinados, besándose en la boca como si no hubieran sabido hacer otra cosa en sus vidas.
Al principio, tardó en morder el anzuelo. Aunque su sobrina sabía manejarle. Eso que salía ganando. Un individuo de rasgos mediterráneos.
Esto, los días que no le dejaban matar a nadie, en la templada penumbra de las sobremesas y las sonrisas mecánicas, tan imperturbables que no significaban nada.
Algo habrían de hacer para soportar su mierda de vida, ¿no? Y sin poner todo perdido de sangre.
Si no millones, muchos miles de habitaciones cerradas había como esas. Vivían con ese rencor, más bien dolor. Se llegaron…
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…
Para el hombre sin rostro no era un detalle menor. Tratar de entender la conducta de ese ser humano le…
En mala ilusión cabía la paz, y eso que no pretendía volver a ser lo que era. Enfermo del cuerpo…
Nadie elegía su propio destino, ni donde descansaban las flores. El desasosiego de nuestro tiempo los hacía caminar como gatos…