Y nada es mejor que caminar para comprender tu propio destino, el valor del cariño y la alegría de vivir. Caminar como poner el agua a la altura de los ojos y salir del valor de la quietud y las inesperadas recompensas de la pausa.
Amantes y reinas lo hicieron, dándose a ese pequeño tratado de la vida auténtica, por encima de los manuales de cualesquiera de los dictadores y nombres prestados.
El agua a la altura de los ojos, y caminar: una singular ventana abierta a la vida cotidiana, y la guerra como la peor debilidad de los instrumentos de dominio. Una atracción ciega e inexplicable, y sentimientos nacidos de hechos reales, que no propagandas.
Perdurabilidad, reflejos fugaces, la piel hecha herida, libertad, soberbia, racismo, soledad, experiencia, política, marginalidad, tecnología… Todos los legados, todos los tiempos.
Demasiado no es suficiente.
Si no millones, muchos miles de habitaciones cerradas había como esas. Vivían con ese rencor, más bien dolor. Se llegaron…
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…
Para el hombre sin rostro no era un detalle menor. Tratar de entender la conducta de ese ser humano le…
En mala ilusión cabía la paz, y eso que no pretendía volver a ser lo que era. Enfermo del cuerpo…
Nadie elegía su propio destino, ni donde descansaban las flores. El desasosiego de nuestro tiempo los hacía caminar como gatos…