Con el viento mostrando una vieja canción y las cosas a medio hacer y un dolor que no tenía cura, además de sentir al mes de octubre, cuales antiguas murallas y roces del crecer, no podían cruzarse de cualquier manera, ni tampoco elevarse palabra alguna.
Un viento que los dejaba más si cabe aislados y postrados en una vieja canción, algo inaudito porque se querían, se amaban, se necesitaban. Cada cual en su bastión. Como solitarios entendiéndose consigo mismos; sin hablarse, sin verse, ni siquiera conocerse. Soledad y extrañamiento de mil maneras posibles con todas las desnudeces y comparativas. Mentiras que necesitaban de complicidad, por el miedo de mirar a ambos lados y no verse ni tenerse.
Viento que mostraba una vieja canción, además del mar esperando que pasasen cosas bonitas, con sus olas llenas, altas y bajas, domando todas las crestas posibles ansiando vivir todas las vidas; sabiendo algo que era seguro.
Guardado quedaba lo que fueron el uno para el otro, más allá de lo visible de dos sillas, una mesa…
Después de malgastar su tiempo en quehaceres despreciables se volvieron a encontrar. Nunca les gustaron las armas, pareciéndoles vulgares. Su trabajo…
Si no millones, muchos miles de habitaciones cerradas había como esas. Vivían con ese rencor, más bien dolor. Se llegaron…
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…