La voluntariedad tiene un defecto: hay que engañarla, pues cuando uno conoce sus propias rutinas, ya ni sabe descifrar su pertenencia y se impide seguir mejorando, ocultándose, unas veces por el mero hecho de dudar acerca de la conveniencia de ponerse en manos de otra persona, y otras por pereza, hastío, convencimiento.
Ante ello, lo único que puedo hacer es ofrecer algo distinto. Suscríbase y se le mantendrá informado. Tan sólo indique su correo electrónico. El resto del compás se le proporcionará paulatinamente, serán pequeñas variaciones, sutilezas que le harán mejor los días, opiniones también. Un día cada mes, seguramente. Y seguiremos siendo cada cual, unos con otros, extraños.
Si no millones, muchos miles de habitaciones cerradas había como esas. Vivían con ese rencor, más bien dolor. Se llegaron…
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…
Para el hombre sin rostro no era un detalle menor. Tratar de entender la conducta de ese ser humano le…
En mala ilusión cabía la paz, y eso que no pretendía volver a ser lo que era. Enfermo del cuerpo…
Nadie elegía su propio destino, ni donde descansaban las flores. El desasosiego de nuestro tiempo los hacía caminar como gatos…