Poder oler a su hija fue eso: lujo. Tras varios días incomunicado, y tras haberse intentado electrocutar, su hija Cynthia accedió a hablar con él.
-Todos tenemos problemas señor Lowell -comenzó ella.
Su propia hija lo trató así, como personas que se sientan en la mesa sin ni mirarse, como que en las mesas sucesivas. Nada de cariño, nada de familia.
Una casa en la ciudad de los colores le esperaba a Cynthia. Sí, sí. Nueva York. La legal y la ilegal. Y la historia de los refugiados sirios contada por sí mismos. Un libro que le había elegido la institutriz, alguien que ni siquiera tenía la capacidad de recordar sus pesadillas, quien tomó un respiro hondo y una sonrisa que engañaba. Así le pegó la primera vez.
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…
Para el hombre sin rostro no era un detalle menor. Tratar de entender la conducta de ese ser humano le…
En mala ilusión cabía la paz, y eso que no pretendía volver a ser lo que era. Enfermo del cuerpo…
Nadie elegía su propio destino, ni donde descansaban las flores. El desasosiego de nuestro tiempo los hacía caminar como gatos…
La primera vez que le seguí se llegó hasta un extraño lugar de su calle, al comienzo de la parte…