Amor es comer con hambre y beber con sed, le dijo él a ella. ¡Sois unos putos locos en tu país!, tuvo como respuesta.
Y la tiró. Para al poco quedarse todo en calma, incluso el aleteo de las pestañas, cual lámina de agua dura.
La niña negra del autobús llegaría a no mucho tardar y se daría cuenta de que no eran solo cosas, lo que le decía su madre en las noches de luz sin sombra.
Por todo lo que no había llorado delante de ella, ese agua lo sumó todo: modales, instintos y centenares de libros marcados con los que templar el sufrimiento y la mirada deshabitada por cuando los labios ya no abrazasen.
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…
Para el hombre sin rostro no era un detalle menor. Tratar de entender la conducta de ese ser humano le…
En mala ilusión cabía la paz, y eso que no pretendía volver a ser lo que era. Enfermo del cuerpo…
Nadie elegía su propio destino, ni donde descansaban las flores. El desasosiego de nuestro tiempo los hacía caminar como gatos…
La primera vez que le seguí se llegó hasta un extraño lugar de su calle, al comienzo de la parte…