Los programas de rendición extraordinaria tienen un defecto: la voluntariedad. Cuando uno conoce sus propias rutinas, sabe descifrar hasta su peor pertenencia, y a pesar de ello no te impide seguir ocultándote en las mismas, salvo que desees otra recompensa. A las luces de abril tiene un poco de todo ese desvarío.
A colación de lo contundente de saber que se ha perdido, se ha sido engañado, o se ha estado uno dando necesariamente a otra actualidad,… en todo ese pacto de silencio donde uno no sabe si debe o no seguir investigando el pasado reciente, incido en saber si convendría poner tu vida en manos de otra persona.
Esperar no verse jamás puede que no sea la mejor de las soluciones, porque todos sabemos que no todas las arrugas son iguales.
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…
Para el hombre sin rostro no era un detalle menor. Tratar de entender la conducta de ese ser humano le…
En mala ilusión cabía la paz, y eso que no pretendía volver a ser lo que era. Enfermo del cuerpo…
Nadie elegía su propio destino, ni donde descansaban las flores. El desasosiego de nuestro tiempo los hacía caminar como gatos…
La primera vez que le seguí se llegó hasta un extraño lugar de su calle, al comienzo de la parte…