Parecía quererle, más que a sí misma. Si bien,
en las últimas esquinas de sus pechos dormidos
el valor dejaba paso al miedo de otras oraciones.
Un horizonte de perros ladrando quiso interrumpirlo, pero no,
relumbraba el querer, cuadrada y blanca la noche, en ella.
Siete gritos, siete sangres, y siete dobles quebraderos tenía ese,
el de la casada infiel, en su mar de juramentos almidonados.
En fin, agudo norte que ni de aire rizado. Amor de escalofrío, y alcoba de silencios.
Turbias huellas lejanas, y presentes yemas de soledad esquiva: breves sueños indecisos.
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…
Para el hombre sin rostro no era un detalle menor. Tratar de entender la conducta de ese ser humano le…
En mala ilusión cabía la paz, y eso que no pretendía volver a ser lo que era. Enfermo del cuerpo…
Nadie elegía su propio destino, ni donde descansaban las flores. El desasosiego de nuestro tiempo los hacía caminar como gatos…
La primera vez que le seguí se llegó hasta un extraño lugar de su calle, al comienzo de la parte…