En la universidad le dio igual la liberación de la mujer, enarcó las negras cejas, poco más. Las mordaces opiniones de otros ni las contempló. Observándola, ya no volvería a colocarse las gafas sobre el puente de la nariz con el imbécil del profesor mirándole el bajo de la falda, sibilinamente.
De mayor, tal día, de buenas a primeras se bebió todo el café irlandés y puso la alianza de su boda en el hueco del cenicero, que su coche aún tenía de esas cosas. Le dolía bastante la cabeza y, habiendo bajado la ventanilla y puestas infinidad de canciones, miró el reloj analógico del salpicadero, el que siempre daba la hora. Si bien, ello fue un magro consuelo. Llegaba bastante tarde.
Lo que jamás supo, es que él hizo lo mismo. Incluso levantó más viento que ella. Los invitados también.
Si no millones, muchos miles de habitaciones cerradas había como esas. Vivían con ese rencor, más bien dolor. Se llegaron…
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…
Para el hombre sin rostro no era un detalle menor. Tratar de entender la conducta de ese ser humano le…
En mala ilusión cabía la paz, y eso que no pretendía volver a ser lo que era. Enfermo del cuerpo…
Nadie elegía su propio destino, ni donde descansaban las flores. El desasosiego de nuestro tiempo los hacía caminar como gatos…