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¿Te estás dando cuenta?

En el fondo a eso lo llaman esclavitud. Ni Einstein y su teoría sobre Dios.

El “no sé”, “no me consta” o el “lo desconozco” ese… Mejor no enterarse. ¡Hipócrita! Tú y tu esperanza. Me has dejado sola en esta cámara diabólica, con las ganas.

¿Cómo que el corazón es un cazador solitario?, ¿qué hostia es esa invisible? ¿No me querías ladronzuelo?… Aquí me tienes, con los cuentos escogidos dentro de una, acordándome de ti, mojigata. Con mis humos.

Iba a intentar ese pequeño kit de supervivencia. Ya sabes, el que funcionó en su día. Depilarme las piernas, recortarme un poquito el pubis, echarme creatina en el pelo, una sombra de ojos, labios de fresa, manicura, pero es que no. No. Al final se trata de encontrar tu sitio. El amor duele, pero duele más evitarlo.

Espero que te hagas de alguna sociedad secreta o alguna logia. No quiero volver a verte, todavía te quiero. Y eres un puto fraude, un donnadie de esos. Me has tenido toda la noche dándole vueltas y más vueltas a las cáscaras de las nueces como si fueran flores de santidad. Y el desayuno: un whisky.

A media tarde llevo siete, y no me hacen mucho efecto. Temí llenar la bañera por si me hundía, y hasta creo que voy a flotar. Hay días que una ni se muere ni la dejan del todo. ¡Por qué no te vas de mi mente!, ¡déjame! Vete.

Lo que no se me pasa es el estreñimiento. Tú y tus putos kiwis, la manía que os estoy cogiendo. Estoy de nueces y cerezas empachada viva. Cogía una picota de esas y como casi todas iban en ramos de dos, jugaba a las margaritas, “¿me quiere?”, “¿no me quiere?”, así una tras otra. ¡Menuda mierda! Tres kilos que venían en la caja en mi tripita. Preferiría quedarme sola que engordar, ahora encima dirán que es porque terminamos a cara de perro y te eché de casa. Gilipollas.

Buscaba el calor del amor en el mar. Sólo te dije -¿nos vamos de vacaciones?- y ya soltaste todo. Si no fuese una tonta en ese mismo momento hubiese cogido las tijeras de podar y te la había cortado cabrón. Tú solito te delataste… Nunca digo esa expresión, y no venía a cuento, es bobalicona… Pedro, Pedrito, Pedro. Tu madre tenía razón, con lo impetuosa que es. 

“Pellízcame cariño”. ¿En qué pensabas?, ¿o en quién? Ya puedes correr porque a los ricos pan y a los pobres misa. Cuando me ponga bien te va a faltar refugio, ¡piérdete! A mí en la ópera me cogías de la mano, nunca te pellizqué ni me lo pediste Pedrito. Eso no son elucubraciones mías, no soy tan extraña Pedro. No. Ni Madame Butterfly ni leches de esas. Hoy la leche es whisky, ni loción corporal me toca. Te jodes… Tu nombre es dolor.  

 

Pedro Belmonte Tortosa

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Pedro Belmonte Tortosa

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