Todo cargo público regalado había que trabajárselo desde la infancia. Había felatrices, como aquellas prostitutas especializadas en las felaciones que se distinguían por el color rojo intenso de sus labios, o los que nacieron dioses y cuyo semen se esparcía a los asistentes. Las generalidades eran muchas más que las excepciones. La necrofilia estaba gravemente censurada en Pompeya, pues transmitía una visión censurada de la historia; sí se permitía la pederastia hasta que se alcanzaba la edad de casamiento. En aquella Italia, la gente no se arrejuntaba, sino que formalmente se emparejaba. Lo raro es que ni el señor Meucci ni la empresaria lo estuvieran. Tenían algo de castos, no así los aristócratas, quienes ejercían el papel de activos o de pasivos indistintamente según les conviniese, sintiendo predilección por las esposas de los senadores y cargos públicos dando rienda suelta a sus deseos sin molestar a las mujeres de otros hombres. Todo un mal necesario.
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…
Para el hombre sin rostro no era un detalle menor. Tratar de entender la conducta de ese ser humano le…
En mala ilusión cabía la paz, y eso que no pretendía volver a ser lo que era. Enfermo del cuerpo…
Nadie elegía su propio destino, ni donde descansaban las flores. El desasosiego de nuestro tiempo los hacía caminar como gatos…
La primera vez que le seguí se llegó hasta un extraño lugar de su calle, al comienzo de la parte…