Booktrailer
Para los que nos importa infinitamente más, el con quién que el dónde
“El fuero para el gran ladrón, la cárcel para el que roba un pan”
“Tanto si dices que puedes, como que no puedes, estás en lo cierto”
“Que el joven conoce las reglas, pero el viejo conoce las excepciones”
Se preguntó cuál era el límite de las riquezas, y se respondió que consistía en tener lo necesario y después tener lo suficiente
“Ni la sociedad, ni el hombre, ni ninguna otra cosa deben sobrepasar para ser buenos los límites establecidos por la naturaleza”
“… cuidaos del deseo de venganza y del ciclo perpetuo de violencias y represalias. Los muertos no tienen paz porque vuestros corazones aún permanecen agujereados por el odio”
“Si me dais seis líneas escritas por la mano de los más honestos de los hombres, voy a encontrar algo en ellos para ahorcarlos”
“No se pueden crear personajes sino después de haber estudiado mucho a los hombres, como no se puede aprender una lengua sino condición de haberle aprendido seriamente”
“El corazón tiene razones que la razón ignora”
“El victorioso tiene muchos amigos; el vencido, tiene buenos amigos”
“Lo viejo está muriendo pero lo nuevo aún no ha terminado de nacer”
“El arte de la medicina consiste en mantener al paciente en buen estado de ánimo mientras la Naturaleza le va curando”
¿Qué es?
Se trata de una novela reflexiva estructurada en capítulos, donde se van alternando las historias de dos personas como si sus mundos estuvieran engarzados en el tablero de ajedrez de las coincidencias. Se puede considerar la continuación de los volúmenes anteriores de la Colección Pebeltor: Un desperdicio de virtudes y Siempre hay algo que decir. Unas veces se habla de una mujer que ha cometido una atrocidad, además de haber salido de su pueblo natal para abrirse al mundo, y en otras, es la vida del narrador la que se pone en entredicho. Siempre en la misma época y bajo la misma necesidad de encontrarse a sí mismos y a alguien que les complete. Hay un ensañamiento con la soledad, las familias y ese pasado que no termina de irse del todo. La perversión de la actualidad y los modelos de sociedad, en ningún momento superan la necesidad de ese otro tipo de pertenencia, donde cada cual la sobrelleva a su modo, cubriendo deudas.
¿De quién trata?
Hay dos personajes principales: Silvia, una mujer gaditana, en nada triunfadora pero con dotes, que continúa residiendo temporalmente en Madrid, intentando superar su pasado de prostituta dándose a los negocios; y el narrador que pone voz a su vida, deseoso de experiencias. Ambos exploran el devenir de los días, esquivos e incomprendidos; ni siquiera saben si se encontrarán.
Cobra especial importancia la familia de ella y dos de sus más preciados tesoros y confidentes, uno es un gato que se lo lleva a su pueblo, y el otro es un objeto con el que mitiga y margina su pesar, fruto de una magia extraordinaria con su máquina de escribir. Siempre hay casualidades en esa familia de panaderos, donde se ha enclavado una francesita (Paula), la novia de su hermano, también con un pasado como dama de compañía. La administración del dinero que ganó la protagonista, así como los restos de ese crimen que hubo de acometer para ser libre, subyacen por encima de los negocios. Como espías en la sombra, y consecuencia de toda esa diferenciación a la que se ve obligada, van haciéndose visibles otras tramas que conviven con la culpa del superviviente, fraccionando sus vidas por la voluntad suprema de los negocios.
Ese otro atrincherado que lo cuenta todo, sigue a la umbría, reconociéndose y protegiéndose, con la huella imborrable de ese cuento de nunca acabar, temiéndose lo peor.
¿Cuándo se desarrolla?
Comienza a finales del año dos mil catorce, bien mediado diciembre, hasta la primavera siguiente, agotando marzo. Se toca la actualidad sobrevenida durante ese periodo de cambios, centrándose mayoritariamente en cuestiones de índole económica, sin desdeñar citas del pasado.
En todo momento se intenta superar el estigma de la superficialidad, ligando esas estaciones bajo cierto oscurantismo social y su intento de abolición desde los más profundos sentimientos.
¿Cómo se trabaja?
En todo momento se alternan los capítulos, donde las casualidades no son tales, y todo es una búsqueda en la que los horizontes son difíciles de ver. Con Silvia, hay un intento por retornar a su vida de trabajadora normal, alejada de los desnudos por dinero, invirtiendo todo cuanto ganó, bajo el corsé de la obligatoriedad de volver o no a su pueblo a hacerse con las riendas del negocio familiar, ese obrador artesanal. El otro que muestra su estupor, intenta esculpir un nuevo destino, y lo más que hace es ligarse a esas astucias de las mujeres, dejándolo más solo y lúcido, contemplándolas a distancia, indiferente. Justamente, es ese umbral de molestia lo que los acerca, más allá de las visitas a ese jardincito donde cada cual expone sus imposturas, portando sus deseos como bandoleros, siendo sus moradas la hacienda de los horrores, y su día a día una estafa, abriendo muros de observaciones, guardando cierta hostilidad en sus burbujas.
¿Dónde sucede?
La obra se ubica en la ciudad de Madrid y un pueblecito gaditano del sur de España. Hay localizaciones reales, como museos, calles y jardines. La otra parte alícuota de la historia reside en la zona centro del país que no se ve, y de vez en cuando se desplaza a la capital, buscando su norte. La relación de dependencia libertad-cautiverio, susurra por un espacio vital.
¿Por qué?
Se muestra que quien está al mando de los días no siempre es uno mismo, sino también esas otras necesidades que también son consecuencias de nuestros actos. En el mismo sentido, hay una búsqueda de humanidad, con pruebas diabólicas y sanas, basadas en extraños contrastes.
¿Para qué?
Para contar la singular paradoja de dos seres que sufren sus historias de amor trastornadas, donde hay personas noqueadas y un acercamiento a la vida real, guardando silencios a la espera de las segundas oportunidades, mostrando la imperiosa necesidad de sentir los irrefrenables deseos a partir de la compulsión del comportamiento. Por increíble que parezca, la sumisión a uno mismo a falta de otro puede ser la libertad… Y para mostrar la muerte y el rescate.
¿Qué formato se aplica?
Se escribe en prosa, pero tiene cabida la poesía, ocupando un lugar preponderante a lo largo de los diferentes capítulos, de principio a fin. Toda ella es referenciada a su autor, nombrándolo, salvo la que se crea específicamente, que sin ser mucha, es determinante para esos sueños.
Uno es de los que sueñan por darle sentido a la vida, ya sea con la elegancia de un vestido, unos bellos susurros, o lo bueno de cualquier materia prima. Si bien, el mero hecho de creer en las ánimas, no me dota de la suficiente intriga y corte intimista que mi ser requiere, por eso busco entre la realidad; y sé que en el fondo quiero ese azar verdadero. De sólo pensarlo ya me nublan las tinieblas, por eso intento tener dos fidelidades. Una la baso en el planteamiento racional, venido de la mano del filósofo Descartes, que en su día enunció: “para poder vivir bien, hay que vivir sin ser visto”… La otra, se fundamenta en los discretos placeres que te van pillando desprevenido. Con ambas tesis, modelo una sinceridad hermosa y casi desesperada, retomando esa ineludible cita con los extremos de abrirle una ventana a mi ser con otras palabras. Quizás no sea lo mejor, pero es que escucho soplar el viento, y ese sonido me confunde, no llego a saber interpretarlo del todo, ahora bien, lo sigo, o los mismos aires viciosos me siguen… soplándome: “para ser feliz, a veces hay que obligarse”.
Y es que los sueños humildes del cuidado lo cubren todo, son la candela de la razón y el compás de la desilusión, haciéndome ver que el aislamiento no siempre funciona, de ahí, que la interminable esencia de las soledades de lo cotidiano, me llevan a seguir preguntándome si realmente debo sentir el peso de ese pañuelo que se enganchó en una rama quedándose a mi paso, o si fui yo quien se entrelazó con la rama y deshilaché esos acordes tan distintos, queriéndolos ver como algo primoroso… Supongo, que todo es una sombra de lo que uno acaba haciendo. No obstante, la música de esos ecos no es tan tonificante como debiera, resuena una explosión fresca e impura, de luminosa decadencia que hay que domar, porque tal y como le viene sucediendo a las economías, las brújulas no entienden de éticas, sino de la necesidad de no hacernos diferentes, llevándonos siempre a los mismos derroteros. En ese desplome, tiro de reservas para mantener el tipo, e intento crecer. La otra mitad, esa que no se ve tan claro y tiene un acento venido del sur, hace lo propio. Cada cual en su empresa, nos buscamos, nos enmarcamos, y hacemos buenos los principios de la confusión, tomando distancias difuminando los recuerdos, pero no se puede hacer como que no hubiese pasado nada; la esperanza no entiende de disimulos.
No todo serán los eternos y acogedores suspiros, sin ser ajenos a la búsqueda de ese símbolo que dé un estilo eterno afín de aplacar los desánimos; antes habrá que enjugar al poder del olvido en las cercanías, riéndonos y retratando los confines, atemorizándonos igualmente. Como humanos, amantes fieles o calamitosos, tenemos secretos difíciles de explicar, y mucho miedo a ser incomprendidos; pero lo más cierto, es que cuando se huye de la verdad, no hay un mundo más singular, profuso y detallista que el momento de cobrarse esa cantidad pendiente: la verdad deseable. Como cazadores de sentimientos, toca enfrentarse a ella, proyectando lo que se quiere… Y tras largas esperas, se nos muestran unos instantes inciertos, donde se prueban los fraudes y las rutinas de esas ansias de buena normalidad, así como que: el querer, se tiene o no se tiene.
De ese ruido va este periplo, donde el cobrador de morosos sólo quiere oír el ruido del dinero, y tantos otros, cómo crece la hierba junto a esa persona tan especial, semidormido a horcajadas en una pretenciosa y escogida libertad individual con toda la responsabilidad que conlleva, así como las emociones que dan significado a esas vidas unidas. Es puro existencialismo maquinado para convertir en visible lo oculto, donde la existencia precede a la esencia. Precisamente en ese marco incomparable, surge algo pequeño y bonito, que también nos conduce a sentirnos apestados: el amor contra el mundo, porque nunca la vida es nuestra, y se hace cualquier cosa.
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