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18
Ene

Tú estás bien…

…porque no hemos puesto nombre a lo tuyo.

16
Ene

Noches sin luna

Imposible dejar de quererla. La forma de las ruinas se le aparecía a cada momento, así como el ruido de las cosas al caer. Volver la vista atrás no quería. El hombre de ninguna parte ardía y pasaba frío, se le habían caído los muros de su cielo.

La vida seguía, como seguían las cosas que no tenían mucho sentido.

Jamás le supo decir “te quiero”. Y la quería; y la quería querer y seguir queriendo. Maldiciendo las cosas que no habían pasado, y también lo que había pasado y no debía de haber sucedido.

Ya no la buscaba de inmediato, se contenía, se lo había prometido a sí mismo. Eran parte de un sistema desalmado, urgente, impreciso, encarecido. El sabor de tragedia mediática lo escondía, no se lo había dicho a nadie. No había acudido a nadie para reparar esa pérdida. Seguía escondiéndola.

La mirada de los ausentes intentaba imitar en los días y los trabajos y no le salía. “Somos todos escapados” pensaba, porque entendía que no era el único desgraciado, ni ella apenas una sola sombra larga, la que nunca sería uno de sus muertos, porque siempre la tendría viva en sus adentros.

Dejarse fue algo inmediato, imbécil. Necesidad, fiebre, hubo silencio, y cosas que no debieron decirse. Sentía dolor al recordarlo, porque arriesgó todo en lo personal y casi que en lo profesional.

En la casa todo le recordaba a ella. Y no tenía vuelta de hoja. Así como con el zumbido estridente, de silencio ruidoso, no definido claramente más allá de su falta.

Incomodidades y molestias físicas aparte se querían. Sobre los comportamientos, un extraño alegaría problemas de comunicación.

Era la desaparición del mundo tal y como lo conocía. Sin furia abierta, contenido; sin luna, estando llena; con mucho por hacer, y esperando un golpe de suerte. Protegiéndose de los vagabundeos atrevidos.

Sintiéndose extraños, que ninguna lealtad se debían, ni tampoco compasión, o peor (palpitaciones violentas, sudoraciones instantáneas, palabras de corrido).

Casi que mejor mirar los movimientos de la noche, las luces verdes y rojas de los aviones que se veían cuando el cielo estaba limpio, el rocío acumulándose en las ventanas bajando el frío, o el grueso de las formas, luchas de individuos por hacer respetar sus derechos y ganarse el pan. Un prodigio de torpeza, al fin y al cabo. Dejarse hacer y querer volver a ser nadie.

Un ruido ininterrumpido y a la par eterno que no daba señales de querer irse, para siempre suspendido en la memoria. Quererse, admirarse, tenerse, cuidarse. Necesitarse. Saber ser parte de uno mismo y de la pareja.

Ella siempre tuvo su misterio. Su sombra sabía lo que temía. Allí también la vida estuvo en otro tiempo. Una mujer casi que de cejas depiladas y ojos tristes por encima de todo, más los pliegues de la carne pálida a quien echaba en falta acariciar con un dedo sus muslos, su ser. Estilizada y fuerte; frágil y capaz.

Las alfombras, los neceseres, los abrigos, el cuadro, aquella caja… Una mujer selectiva hasta para pedir favores, porque el agradecimiento podía convertirse en esclavitud.

Pronto arrancaría el juicio por agresión sexual a dos sobrinas en desamparo.

9
Ene

Vidas cruzadas (muchas cosas que amar)

Hubo dolor. Hubo miedo. Hubo confusión. Hasta entonces solo había habido besos. Salió y se cargó a dos vecinos, pero eso era lo de menos.

Arreglar las cosas para estar a solas era difícil. Días antes, los bien guardados pechos fueron suyos. Disfrutó con gozo de aquella última desnudez, algo inimaginable. Había en ella muchas cosas admirables, muchas cosas que amar, si bien, también la dejó de lado al percibir que los sentimientos de ella no eran tan sólidos como los suyos.

Después de aquello silencio y cuatro largos días sin nada para ese que no pedía un favor dos veces, ni una. Nuevo año, el consabido corte de pelo, adquirir un par de rebajas, y como si tuviera su nueva vida. Lo cierto era que no le interesaban las chicas sanas y normales.

PEBELTOR

4
Ene

Frente al mar…

…la felicidad era una idea simple.

2
Ene

Sin instrucciones

Desconfianza hacia el otro, celos, curiosidad, inseguridad en la relación y/o la otra persona. “Te quiero”. “Vamos a hablar”. Pensar que el otro te está mintiendo adrede. Querer hacer planes, no aceptar ningunos otros. Inconsistencia. Poner en riesgo todo.

De ver cortinas, estores, blusas, vestidos, a la nada más despreciable. Del querer saber de más y pedir explicaciones a la peor experiencia sensitiva, mirando de otra forma a eso que se llama realidad.

Acusar primero, preguntar afirmando no mucho después. Frases sinuosas, violentas, llenas de ritmo. Reproches, cautelas, daños. Y pretender una enriquecedora conversación.

Despedir el año, empezar otro más, distinto, igual. Almas que tienen prisa cual niña que recibió los caramelos hace ya demasiado tiempo. Personas, abrazos sin gracia. Objeto de deseo y vejación.

Perder la razón aún teniendo la razón. Echar por tierra todo lo conseguido. Ese mucho, ese poco. Ese todo… Ir del engaño al cinismo. Amor y autenticidad.

Quedarse callada, morderse los dientes. En todas partes y al mismo tiempo. Zigzagueante.

La minipimer se había roto, ese también era otro problema bien grande. Que no exprimía la naranja la puta batidora. El mundo se iba a caer por estar unas horas, días, sin la minipimer, y peor aún que su sustituta (otra batidora) no exprimiera. 

Complicidad absoluta, postrimerías… La verdadera belleza jamás se midió en perfección, ni el amor inolvidable.

Ganar la batalla, perder la guerra.

PEBELTOR

Tus actos pueden ser el único evangelio que algunas personas escuchen hoy en día.

San Francisco de Asís.

31
Dic

El puente de los suspiros

Feliz salida y entrada de Año

(pinche y déjese llevar)

PEBELTOR

Personas con semejante argumento 

no solían equivocarse cuando iban de visita.

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