Categories: Extraños (Blog)

Cada noche hablaba con ella

Le era tan sencillo encontrar la calma en el mundo de la imaginación que cada noche hablaba con ella y se olvidaba de los momentos de desesperación, así como del torrente del tiempo. También del crepúsculo de la desaparición que lo bañaba todo con la magia de la nostalgia y ese velo evocador de verse sin tenerse.

La propia imagen le era el mayor misterio, no habiendo nada más pesado que la particular comprensión de lo vivido, por alguien, para alguien, multiplicado por mil ecos.

Ese apego seguro de la edad adulta se iba convirtiendo en mucho más que ignorancia, duda y reflexión. Hablaba con ella de todo. Como hija, como madre, como amiga y como enemiga. No bastaba con desear salud, había que querer con virtud y con esfuerzo serio. Y lo intentaba hacer.

Es más, tan pronto la llamaba como que se despedían, jamás diciéndose adiós, dueñas de sus sentimientos y pensamientos. Ahora bien, tampoco es que se hubiera mirado a un espejo. Ni se había preguntado ¿qué quería ser de mayor? Nunca la programaron para eso, ni podía hacerlo. Y sin embargo pudiera ser que Dios fuera un ratón y se escondiera nada más verla entrar.

¿Cuánta melancolía y cuánta soledad programada se escondía detrás de la aparente alegría de vivir? Casi que parecía humana la niña… y la madre.  

Pedro Belmonte Tortosa

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Pedro Belmonte Tortosa
Tags: mil ecossi Dios fuera un ratónverse sin tenerse

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