El chándal de la jubilación

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¿Qué es?

Se trata de un giro narrativo por parte del autor. Comienza a mostrar sus días, persiguiendo la gloria a modo de novela reflexiva, con la invención y la vista atrás, pero haciéndose eco de los sucesos de su tiempo. Estos párrafos siguen siendo su voz: su diario. Sencillamente, hay que saber descifrar cada uno de los golpes. Inicia una historia que se pone fin dos volúmenes más adelante, cerrando la trilogía con Desconfianza racional y Zanahorias para todos. La misma forma parte de la Colección Pebeltor, con éste ejemplar se da a luz a un nuevo rincón donde ir relatando los días del autor, partiendo de su esencia y de las diferencias con otros congéneres. Se habla de estar en prisión, de cómo vivir en un psiquiátrico moderno (centro de asistidos psíquicos profundos), y por supuesto de los sueños, así como de amar y ser amado. Se usa a las piedras preciosas como método para ir uniendo a los protagonistas y los diferentes momentos.

¿De quién trata?

Hay muchos personajes en este título. Quizás, la más recurrente sea la sargento Paulina. Fuera de la intrahistoria que se esconde con ella, está la familia del protagonista, donde al margen de sus padres, aparece en alguna que otra ocasión su hermano, Álvaro, que ejerce como abogado cuando se lo permite el acusado. Siguiendo con la jurisprudencia, citar a el juez Palomares, un tipo serio pero con una indulgencia muy perspicaz. En todo momento, hay una amiga, llamada Mer, fruto de algo más que un mero pensamiento.

Y a partir de ahí, se suceden diferentes miembros de personal sanitario, como el médico de la prisión, y en ese mismo lugar, el psicólogo de la misma: Lucky; o el trabajador social (Nacho, Cocodrilo). Ya en el psiquiátrico, destacar a Carmela, una empleada del servicio doméstico que resulta ser algo más; así como a Gratiniano, el médico del centro de asistidos; Marisol, como gobernanta; Damián, como jefe de cocina; y Ascensión, una enfermera con quien se tiene mucho trato. Sin ser personal técnico ni de servicios, los compañeros también ingresados, juegan un papel muy notable, como asesores, guardaespaldas y encubridores.

¿Cuándo se desarrolla?

Entre el veintinueve de octubre del año dos mil trece y el treinta de diciembre de ese mismo año. A lo largo de esos días, se relata la actualidad, combinándola con los aconteceres de los personajes, abriendo camino a todos esos lugares donde se instala, y viajando con su memoria.

¿Cómo se trabaja?

Se arranca la historia mostrando los diferentes estados de ánimo, partiendo de una ensoñación muy lograda, para posteriormente dar con un accidente, a partir del cual se va hilvanando una sucesión de hechos que le llevan a pasar por el calabozo, la prisión y un psiquiátrico.

Se plantean polémicas interesantes; muertes, con o sin sentido; y muchos delitos de odio, así como nulidades y experiencias diarias que arrancan de lo inaccesible hasta la excelencia de mostrar el desconocimiento sin victimismos ni sobreprotecciones. No es una denuncia pública, sino una argucia para trabajar la ansiedad, la soledad y el desconcierto. Por el mero hecho de la trama, siempre hay una investigación en curso, y una ley integral que los arropa: nadie es mejor que nadie, todos son potencialmente delincuentes, dependiendo de sus motivaciones, siendo o no conscientes de sus perjuicios. Sin embargo, hay una contundencia para cebarse con el protagonista. Esa habitación del psiquiátrico no es del todo tranquila. Todo es una increpación.

¿Dónde sucede?

Las situaciones se producen en la provincia de Ciudad Real, inicialmente camino de Granada, y en la carretera se accidenta alguien, para que a su desarrollo, quien aparentemente socorre, se vea envuelto en su propia prisión, ya sea en la comandancia de la Guardia Civil, la prisión de Herrera de la Mancha, o un centro para discapacitados muy próximo a su casa. La localización es real. Si bien, lo que se pretendía era llegar al Paseo de los Tristes, junto a la Alhambra.

¿Por qué?

El autor tiene que seguir con su diario, pero aderezándolo de otros personajes, metiendo y sacando, como por ejemplo a esa amiga con quien pudiera tener un conflicto de intereses, la cual, de por sí ya es peligrosa. Del mismo modo, se adentra en una institución y una maraña judicial donde la permisividad y las locuras están a la orden del día. Se observa y se dice todo.

¿Para qué?

El objetivo es hablar de otras personas, que también forman parte de este mundo, sean o no iguales con sus diferencias. Y para ello, se usa la confusión, la amistad, y el enamoramiento, además de esas capacidades que cada cual usa a su conveniencia. No es un sometimiento a las instituciones, sino un modo de arrebatarle a la sociedad todo aquello que no se quiere ver,  para asemejarlo, en base a una serie de preguntas que subyacen: ¿quiénes están locos?, ¿cuántas locuras puede haber?,… ¿hay justificación a todo ello?

¿Qué formato se aplica?

Se escribe en prosa. Al margen de la propia inventiva, hay tintes de un entramado de novela negra, y mucho sentimentalismo. No se dejan al margen las músicas, las obsesiones y otras sinfonías, como esa prenda deportiva tan básica que da título a la obra, o una piedra granate.

Desde que era muy pequeño me enseñaron que al cambiar de estación, aquella ropa que estuviera vieja y en desuso la podrían aprovechar otras personas, por eso hemos venido entresacando del ajuar de un modo selvático, todo tipo de mobiliario y algunos harapos. Si me matriculara en un taller de restauración lo tendría difícil con las prácticas porque carecería de elementos viejos, aparentemente inservibles, o defectuosos con los que ponerme a restaurar, me vería obligado a pedírselos a los demás, y estoy seguro que encontraría algo. Pero no es el caso, dejamos esas batallas para otros, ha llegado el momento de desvestirnos de otro modo. La excelencia crea adicción, al igual que la pena y la duda, por eso salimos de todas ellas, dándonos a la fuga.

¿Se puede aislar voluntariamente una persona?… Yo me cuestiono hasta qué punto uno puede evadirse de todo cuanto le rodea, y en qué sentido afectaría ello a mi vida. Y en último término, si me interesaría volver, en el caso de que consiga irme… De eso va esta treta.

¿Y dónde? No es tan fácil esconderse. Podría aparecer por cualquier parte, sin más, pero opto por un retiro voluntario, allá por mis mundos, rastreando sonrisas y lágrimas hasta que llegue el momento de volver, dado que no sirvo a causas perdidas. Si no es para siempre, mejor que haya distancia y silencio, porque no merecemos más; en caso contrario, búscame si puedes.

Lo que ha venido sucediendo hasta ahora no ha sido exhibicionismo, simplemente he dejado patente quién soy y qué necesito, me he recreado de tal forma en determinados asuntos, que hemos desentrañado mis miserias y algo más, llegándoles a causar agrado y repulsión; centrémonos en esta etapa en desnaturalizar la objetividad, yéndonos discretamente a donde otros muchos no quieren que lleguemos, impidiéndonos conocernos más. Nos evadiremos de los azotes públicos y de las vidas secretas, aventurándonos en un probador al filo de la irrealidad, donde habrá damas de día y maestras de noche. No todo es verdad o mentira, también hay que distinguir en qué mundo vivimos cada instante. La realidad se podría definir como “aquello que parece ser”.

No, no es una lectura para todos los públicos. Los niños tendrán que esperar, y los mayores habrán de esmerarse en seguirnos:

-¿Estás ya?- me pregunta Mer.

-Por supuesto, te di mi palabra- le respondo.

-Átate los machos, que nos vamos-, me comenta la niña bonita.

-No sé qué llevarme- le digo sincerándome.

-Haz como yo, improvisa- dice mi acompañante en este eclipse. Y me añade –limítate a conducir, que yo pongo la música.

-De acuerdo Preciosa, tú mandas- le respondo dejándome guiar.

Disculpa Mer –¿Dónde vamos?– Pregunto.

¿Acaso importa?– Contesta ella.

-Tú y tus jueguecitos- le digo contrariado.

-¿Te ha dado tiempo a deshacerte de eso?

-Juegas con el pasado de una forma frívola- le respondo vigilante.

-Prepárate para lo imposible- apostilla. Y añade –la esperanza entraña peligro, porque no te permite parar.

Tras escuchar esa voz lúcida y autorizada, me digo: todo es cuestión de equilibrio.

-Te he oído- dice ella, y me lanza a la palestra bajo la anatomía de su presencia.

SARGENTO PAULINA
JUEZ PALOMARES
EL MÉDICO DE LA PRISIÓN
LUCAS (el psicólogo de prisión)
IGNACIO (Nacho, cocodrilo, el trabajador social de prisión)
CARMELA (Servicio doméstico del psiquiátrico)
GRATINIANO (Médico del psiquiátrico)
DAMIÁN (Jefe de cocina del psiquiátrico)
MIGUEL (Un interno del psiquiátrico, el guardaespaldas)

MARISOL (Gobernanta del psiquiátrico, cincuentona)

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