“El contacto físico cambia la forma en la que sentimos el dolor” habían financiado la pancarta a una psicóloga que la portaba, del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia.
Capas y ladrillos muy bien pergeñados, donde no faltaba otra declaración en favor de los museos: “Las protestas en los museos por el cambio climático me parecen algo sucio, desagradable y basto”.
Declaración efectuada en la puesta de largo de la primera piedra donde se albergaría un museo para el que Don Avelino ya había oficializado la donación de una pintura única y excepcional, su preferida, la cual databa de una joven amamantando a un anciano en una celda de la prisión.
Perversa, porque ese anciano pudiera haber sido condenado a muerte por hambre por robar una hogaza de pan durante el reinado de Luis XIV en Francia, siendo la mujer su única hija y visitante de su celda, por fuera de los barrotes, a quien permitieron visitarle todos los días, siendo registrada a fondo de tal manera que no llevase comida al viejo; hasta que pasados cuatro meses y observando que el hombrecillo todavía sobrevivía sin perder peso, las autoridades ordenaron espiar los encuentros del padre y la hija hasta el punto de quedarse perplejos por cómo la hija amamantaba a su padre compartiendo la leche de su bebé, decidiendo los jueces en tal compasión de vida perdonar al padre y liberarlo.
Todo un pedazo de historia que Don Avelino supo explicar debidamente, y siempre a tiempo, un día u otro, pero siempre a tiempo y dejando deberes por doquier, además de su sorna (como en aquella ocasión de la donación interesada para que luego otros, políticos y no políticos, se hicieran la foto):
–No soy para nada feminista, los hombres son maravillosos, es más, pienso que cada mujer debería tener mínimo dos o tres. En cada niño nace la humanidad.
Guardado quedaba lo que fueron el uno para el otro, más allá de lo visible de dos sillas, una mesa…
Después de malgastar su tiempo en quehaceres despreciables se volvieron a encontrar. Nunca les gustaron las armas, pareciéndoles vulgares. Su trabajo…
Si no millones, muchos miles de habitaciones cerradas había como esas. Vivían con ese rencor, más bien dolor. Se llegaron…
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…