Categories: Extraños (Blog)

Las horas como dedos amputados

El tiempo nunca te espera, ni la sensación de caminar entre la niebla, el efecto de la luz en la nieve, los aguaceros que lo pueden todo o los olores de las brasas de un fuego. También los institutos, los desconocidos, esos trabajos pendientes y los billetes de ferrocarril para ir de un sitio a otro con otras prisas. Verbos, y sustantivos, que cambian. Aunque siempre nos servirá alguno… de esos días en los que todo fue una viñeta, ya fuera para aclararse, para ser un trotamundos o para ni atreverse a caminar siquiera.

En general todo pasa y todo tiene su desvelo e insatisfacción, más la impresión de desaparecer de sí mismo es algo mágico. Así está la mar hoy, insufrible, diría con pena uno que se queda; muy distinto a quien se va y no termina de irse Menudo día de baño. Ambos perturbados, desorientados. Porque inevitablemente nos centramos en los giros radicales, en las primeras tentativas, y hasta venderíamos sangre para comer. Bravuconadas, dado que no hemos aprendido a estar, ni en los trabajos y los días ni en las vacaciones.

Todo, por los imperativos morales, de los más aciagos, hasta que los mismos cobran un aspecto diferente: de desobediencia civil, de prenderles fuego. Perdería la facultad del habla, acabaría dejando ciego a todo el mundo, dirían esos dos de antes, indistintamente, si hubieran aprendido a vivir. Algo extraño, antinatural, o no del todo apropiado. Significativo trastorno en las condiciones fundamentales de vida que se precisan de cuando en cuando.

Hasta tanto, con no infringir la intimidad de los demás, me vale. -¡No he visto nada!- diré. Y convendría también saber decir: -Eso ni es asunto mío. Lo siento-. Así, las horas, serán eso, horas; y los trabajos y los días constituirán un pequeño paso adelante, los mismos que nos dan las naturalezas, yendo y viniendo a su son, con la intensidad añadida del volver para todo o nada en un cara a cara sinigual una y otra vez, y no esos movimientos sinuosos de los animales encerrados en los zoos que miran con miedo por entre los barrotes, de dentro afuera y viceversa.

Pedro Belmonte Tortosa

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Pedro Belmonte Tortosa
Tags: encerrados en los zoosvendería sangre¡No he visto nada!

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