Sabía que ella, su amada, estaba enfadada porque él había decidido que no irían a la fiesta, pero, sencillamente, no era capaz. Había amargura, había resentimiento. Tal que uno hubiera desayunado dulce y el otro salado.
Al final, había llegado el momento y se había visto obligada a buscar la verdad. Antes, ella vivía con su soledad, ahora vivía con su compañía; la suya propia. No más, en tal lealtad y futuro. No le hacían falta fotografías ni la vida pública, ya no era joven. Claro que, corrían el riesgo de quedar destrozados.
Tal vez hubiera debido hacerlo muchos años atrás. Le quería, y quería seguir queriéndole. Pero no. Optar por vivir la vida con una venda delante de los ojos rara vez resultaba honorable.
A todo esto, los niños podían llegar en cualquier momento… Sus cuerpos, sus labios, su respiración. Tenían una familia perfecta. Perfecta por completo.
Necesitaba que le dijera que todo iba a salir bien. Y con la mejor intención.
Válido para cualquier época,
y casi que postulados.
Guardado quedaba lo que fueron el uno para el otro, más allá de lo visible de dos sillas, una mesa…
Después de malgastar su tiempo en quehaceres despreciables se volvieron a encontrar. Nunca les gustaron las armas, pareciéndoles vulgares. Su trabajo…
Si no millones, muchos miles de habitaciones cerradas había como esas. Vivían con ese rencor, más bien dolor. Se llegaron…
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…