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Tócala otra vez, Sam

Nunca dijo que sus excusas no fueran más que las mentiras que le vendían sus miedos. Donde había poca justicia era un peligro tener razón. Estaba hecha de carne, si bien, había de vivir como si fuera de hierro. Todo cuanto hacía por amor estaba más allá del bien y del mal.

Ninguna fuerza domaba, ningún tiempo consumía, ningún mérito igualaba el nombre de la libertad. Olvidar con generosidad a aquellos que no podía amar no le bastaba. Había entrado joven y salió bien adulta.

No obstante, en aquel pueblo sí que encontró su fortuna. Veintiséis habitantes, dieciséis hombres y once mujeres, porque una no contaba. Dos ermitas, una casa parroquial, el afluente de un río mayor, una sierra donde almorzar apoyada en un madero del santo patrón viendo la iglesia románica de fondo, y el parricidio había quedado en eso. Diecinueve años de prisión ininterrumpida.

Desde el punto de vista jerárquico de la Iglesia católica formaba parte de la Diócesis de Osma la cual, a su vez, pertenecía a la Archidiócesis de Burgos.

Pedro Belmonte Tortosa

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Pedro Belmonte Tortosa
Tags: el bien y el malexcusas y mentirasvender sus miedos

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