Silencio y tensión fue lo único que se dijeron al conocerse. Náufragos sin isla. Él llevaba una poesía muy propia para el jardín, más no pudo pues rápido bebió liviano el veneno de sus piernas al verla remediar su propia historia, en silencio, solo silencio; con los olvidos compartidos, bajo ese arte de serle egoísta, guardándose y cerrando la boca.
De su propia ingravidez se quedó con la última nota que llevaba escrita en la boca: las modas son pasajeras, y la moda es eterna.
Del dolor y la razón no tuvo tal lámpara verde, sufrió de una primavera nórdica por ese exceso de buen tiempo junto a ella. Era hasta la Puerta del Mar. No la incomodó en su danza de realidad; se quedó prendado del enigma de la luz, que hasta a las simientes enterradas hizo despertar viendo tal marca de agua.
La lámpara extraña, título libertino.
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…
Para el hombre sin rostro no era un detalle menor. Tratar de entender la conducta de ese ser humano le…
En mala ilusión cabía la paz, y eso que no pretendía volver a ser lo que era. Enfermo del cuerpo…
Nadie elegía su propio destino, ni donde descansaban las flores. El desasosiego de nuestro tiempo los hacía caminar como gatos…
La primera vez que le seguí se llegó hasta un extraño lugar de su calle, al comienzo de la parte…