Billete de ida

Booktrailer

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¿Qué es?

Una llamada, una sacudida. A pesar de ello es un doble fenómeno donde se reencuentran conocidos personajes de la Colección Pebeltor, pero con otras perspectivas, aunque el título antecesor Dinero y mujeres sería un buen inicio para con esos hurtos semblantes que luchan por manejarse del tipo Caín, un tanto desérticos de cánones, prestigios y contemporáneos, pero que en sus muchas maneras y géneros narran la vida sin dejar de ser hiperrealistas, mostrando más que las imágenes del momento y ese volver a retratarse juntos. Son seres de las mil caras: funcionarios, modelos, asesores, panaderos, hijos…

¿De quién trata?

Uno que carga con sus dioses y su idioma, sin respeto al horario y a las costumbres. Cuenta su trabajo diario y sus exacerbadas luchas con su barrio, y el día a día de los abusos que no gustan.

Otra que no se sabe cómo hace las cuentas pero que tiene armado un belén imposible. Es decir, sin estar sigue en su pueblo, pero dando bandazos y alejándose de todas las tradiciones y recuerdos, con los ojos abiertos. Domestica su cuerpo y sus preguntas, y dirige también, tanto como que ejerce de financiera y mecenas de un empresario, que también asiste al cruzar la línea.

Todos los demás dan sentido a ese universo, como la Guardia Civil, las madres de los porque sí, y esos caiga quien caiga de los compañeros de trabajo de uno y otro. Cuentan el aquí y ahora.

¿Cuándo se desarrolla?

Comienza mediados junio del dos mil dieciséis, y se acontece hasta finales de diciembre de ese mismo año. Es una presentación un tanto atropellada del autor y sus dudas, donde expone no sólo su ser sino todo lo que no es él. Los días permiten combatir los establishment y los cafés.

¿Cómo se trabaja?

Hay un prólogo que multiplica todas las maneras y sirve de impulso y llamada, con una poesía del tipo –engaño y bendición– que se sigue como hilo conductor dando paso a todos los capítulos, los cuales alternan a los dos protagonistas, cada cual en su espacio. Hay economías, sociedades, buenos días, buenas noches, meriendas, costuras, buhardillas, trasteros, pinturas, salas de máquinas, sótanos y un premio del que conviene no fiarse que no encuentra libertad, pero que no tiene por qué ser el fin; al menos, eso cree uno de los protagonistas desde su prisma, pero pudiera ser un santo inocente que sólo encadena causas probables. La otra instrumenta. Hay un enfoque de invulnerabilidad; se hacen números, desfalcos y ahogos… ¿Hay truco?

¿Dónde sucede?

En esos prácticamente seis meses, España es el formato base, pero también está muy presente Latinoamérica con Colombia y el conflicto de las FARC, o las Áfricas de Guinea Ecuatorial, Sudán del Sur, y la todopoderosa Norteamérica y sus elecciones, o la rusa de los jóvenes que intentan volver a Europa, con las autoridades de la Unión Europea, como el esposado Brexit del Reino Unido y quienes desean integrarse en el viejo continente. Nos e justifica nada, se preservan derechos fundamentales sin aliados, con críticas, patrañas y ataques donde no se obvian los asuntos de fondo. Es otra política de asentamientos, que prometen ruidos.

Y en la tierra local, como punto base está Madrid, así como un lugar castellano, de meseta rica, y ese sur de Cádiz tan básico, al margen de la insustituible capital y varios de los museos de los más concurridos que aúnan la situación crítica, con denuncias y el incumplimiento de algunos.

¿Por qué?

Porque todo es una especie de antiteatro. Y se vence al tópico del “yo empecé desde cero. Es otra manera de mirar el fuego de la pérdida de juventud, y como que se va haciendo poco a poco. Es un modo de mezclar temas estrictamente personales con los de ámbito profesional y enfrascarlos en el mismo ámbito, vistos de un medio sol amarillo. Da pie a usar objetos de lo imposible, tales como un antifaz, unas bailarinas (zapatillas de ballet), y ese otro género que está y hace las sangres negras: medicamentos, opiáceos y esa inquietante marihuana llamada cannabis o “bendición de espelta”. Además, se habla de libros de niños infantiles para adultos que al no aislarlos de la realidad extractan lo que siempre sucedió: El Libro de la Selva, El Principito, etc. Y por supuesto El Quijote y esas otras literaturas que se proyectan dominadoras, como El Gatopardo, o las propias reminiscencias de El Coronel sin sobrevalorar los sentires.

¿Para qué?

Para responder a empoderamientos, y el estar asociándolo todo. En síntesis es una carta de reclamo. La obra le permite seguir siendo su propio dueño, y a su vez analizar lo que él cree, sumido en una voz carcelaria y esa necesidad de ayudarse, haciendo uso de taxis, lo que enseñan los museos y los monólogos de otros que pudieran ser cualquiera. Siente la necesidad de hacer su justicia y venganza. Sin ser romántica ni thriller puede tener algo de esas sedas tan íntimas

¿Qué formato se aplica?

Se escribe en prosa. Y tienen cabida las poesías, en esa vida de planos y altibajos. Esbozan las tramas con un cariz de vértigo y almíbar, confusiones y pactos, en azulados de bellezas iguales. No se rehúyen tampoco las citas, que al fin y al cabo resumen esa cotidianidad de la demanda.

El lobo solitario y la eternidad de un día, así como la falsa superioridad, marcan la senda del crecimiento. Das y recibes, así funciona esto… de ser un hombre, tal vez,  del dolor y el dinero, de las cuentas atrás y de asumir la presión centrándose en las cosas importantes, o sea, la máscara volada a lo imposible.

Ese elogio de las fronteras, no teniendo claro si se es racional o emocional, por cuanto donde van los ojos va la mente y allá las soberbias, repugnancias y todos los significados de las extrañezas, aporta sustento, aunque sean sueños de piedra. Susceptibilidades aparte, esas rutinas de seguimiento son como la armonía de los mares con las lunas de sangre, es decir, una evitación continua, conteniendo todo lo que está de más, conciliando rumbos y manteniendo esa ansia de contacto con los silencios percutidos. La mar, estéticamente equilibrada, es la creatividad ligada al sentido común, tanto como las finanzas al pan y la inercia de que nunca falte de nada. Salvar decorosamente esa dimensión, con la libertad que da el mero hecho de no ser una réplica de nadie y manejarse en los distritos abiertos de las teclas negras, libra extravíos y concede todas las orillas donde llegar a estar: el máximo nivel.

Si bien, hay razones más convincentes que el miedo a ese máximo, como el sentir de la creación, dado que todos los hombres somos cazadores de fronteras: erguirse y olfatear el orden de los rumores disueltos, cohabitar las diferencias de los firmes ecos, ser un buen soldado, dar luz a los recuerdos, tener poder sobre otros… Fue Aristóteles, quien bañando su piel desnuda en soles, cual falso profeta, concibió sin reservas: “lo que con mucho trabajo se obtiene, más se ama”. Y salvando las distancias y las regiones ocultamente furibundas, otro de los que se manejaba con los mimbres del carácter primitivo, se limitó a decirle a quien su corazón siempre recordaría: “lo que más me gusta de ti, es la seriedad con la que inventas disparates”. Esos cimientos son el doble milagro de la despedida y del te quiero tenue, así como el ser un perro fiel del dinero y de las críticas cuando placen, diciendo y haciendo lo que sea para satisfacer los instantes… El problema de todo ello es fingir que nada duele, que nada es imperdonable y que uno sólo conoce en verdad a alguien cuando sabe lo que quiere. -Arte, diversión, tradición, rebeldía, caprichos vanidosos-, diría un narcotraficante o un político de los actuales aprovechando el baile de los negros, y quizás también -a la mujer le puedes hacer lo que sea menos aburrirla, querido- esbozaría con la boca destemplada. Todo, porque hay una reina regente en cada uno de nosotros, y porque los ojos te miran justo antes de morir y perderse en la nada. ¿Merece la pena vivir para alcanzar tantos sueños?, ¿qué es verdad y qué mentira? “La verdadera comunicación se da cuando las partes no tienen miedo” (Ken Blanchard), ahí está el factor de impacto y el frugal carácter arrasador del deseo.

Se citan a los anteriores, por saber de la magnitud de lo que estamos tratando. En condiciones habituales, los barcos se anclan al viento y los aires mecen los silencios culpables, otras tantas, repuntan los consumos, las cómplices mentiras y las teorías del todo, las cuales no son más que esas cartas a ninguna parte pensadas para disfrutar que no como imposición. Más como las suertes son o dejan de serlas, los trabajos lo combinan todo, ya sean los tránsitos entre las sabanas, las mareas o los desiertos; nada es repentino o casual, los oficios son porteros de noticias que rentabilizan las verdades. Nunca decir no a una conjura o un indicio, así es este automatismo del ganar las cosas que pasan. Sordidez, encanto, perversidad; lo más probable es que seamos expulsados alguna vez, que la vida supuestamente perfecta no lo sea tanto, y que las memorias y hasta las palabras ingratas nos sean nómadas… Por pequeños y decididos, todos estamos encerrados en una jaula de guerra invasiva: hay muchas clases de desesperación.

Como la niña que no quiso ir a clase vestida de princesa, que ganó el concurso de princesas; de aquella divertida viñeta ya pasó mucho, pero los remolinos en el pelo aún los lleva, y tanto la cría como su madre lo saben. Y no le cuesta madrugar, le viene por genética; al poco que da la hora de amasar en el obrador, se despereza y sale de esa zona de incertidumbre del dormir y sufre su alta prevalencia. Si bien, se permite su margen de error, lleva tiempo sin acudir al horno. Ni espía tras los barrotes de las queridas escaleras: tiene deficiencia, flexibilidad, mantiene un papel distinto. Intenta hacerse su propio reservorio, agregándose a otras condiciones habituales. Se dan en la misma todas las casuísticas: hermosa, morena, sabedora de su realidad, examinadora y graduada; más bien, no sabe si ignora sus instintos de supervivencia. Vendría a ser lo más minucioso y a la par mundanal de una piedra preciosa. Es Silvia. Experta en caracterizar el funcionamiento y el valor de una cosa, que causa ruinas… Panadera que ni hace pan ni busca llamar la atención, a pesar de que se le valore por su apariencia en ese trabajo de modelo que compagina con la accidentalidad de ser la que privilegia a los ricos cuidando de su dinero, en una especie de perjurio contable, generándole reacciones que ni el maquillaje ni las interpretaciones de los suyos, alcanzan la onda expansiva de lo que hubo de hacer en su necesidad de cambio, en premio de la hospitalidad y la desesperación, odiosa guardiana de su memoria.

La otra parte implicada, alguien que también planifica cómo actuar y que hasta le pondría puertas al campo si pudiera, es quien sufre su propio peaje. Uno, que al igual que la gaditana y andaluza morenaza, cuando le preguntan debe saber responder aunque no tenga ni idea de lo que le están contando: eso es coordinar. Y poco a poco, lo mismito que la hermosa dama, cuida los miedos, suyos y ajenos, porque roban sueños y hacen los trabajos imposibles, pero intuye talentos, tanto como que es capaz de hablar de dinero sin pudor, de sangre sin tiritar y de cualquier tipo de desarrollos. No en vano, estar solo ya no es un fracaso, pero no lo está, ha ganado un poco de masa, tiene una Santa en casa, junto a la cual reserva su caridad para los que aún están vivos, pareciendo un miserable desagradecido. Es otra de las certezas, como que la calle es quien mejor informa, vislumbrando los muchos mercados. Son guías definitivas, son resultados producto de las mentiras, y son compañías con las que no se pueden hacer ejercicios multiarticulares. El tiempo que llevan juntos es poco pero intenso. Apenas la tomó prestada, y el lienzo ya le resultó repetitivo; fue levantarlo, desmontarlo y empujarlo contra su pecho al tiempo que controlaba la subida y el cableado eléctrico que a espaldas de la misma se ocultaba, que casi saltan las alarmas del museo, pero pudiera ser que llevasen toda la vida juntos la virgencita Casilda y el que sabe perfectamente que no siempre más es mejor. Por el momento, son rutinas. Se dan a la hora veinticinco, y aún no ha pedido el rescate. Su tesis, es que la humanidad está despistada, por el contrario en breve denunciará la sustracción, atacando contra sí mismo. Cada noche, al echar la colcha hacia los pies de la cama, soñoliento escucha en su interior un silbato. No sabe si es una conversación, un cuento, un suspiro o el piar de aquella prenda volada a lo imposible. Se sujeta al borde de la colcha, haciéndose una hilera con la misma, y no quiere ni oír su infancia; aprieta los dientes y no rechinan por poco. Son tendencias basadas en el sesgo del presente. A veces se lee cuentos esenciales, por acordarse del tener que vivir y no sólo ejercer; es otra manera de refundar nuevamente las Romas y cuantos imperios se le antojen. El caso es que se siente extranjero hasta en su propia casa, más que nada, por el inconveniente de haber nacido y estar en medio de su propio ensayo histórico. Debe medir todos sus pasos, casi más que la mujercita, ya no es un cualquiera a los ojos de los dioses -de haberlos- es un orfebre. Ese maldito ha cambiado un rostro por otro. Fue su gen egoísta, la vida breve y la necesidad quien sintió un día la influencia de un rumen dividido y no para de brillarle, queriéndolo oír hasta rendido a sus muertes… Ser ladrón de lo mejor, adentrándose en la tierra baldía de la pinacoteca madrileña y pasear sin grandes inconveniencias entre tantas obras completas, como si estuviera en la corte isabelina o fuera un inspector de grandes fastos, le he permitido renacer en lo fantasmagórico de cuidar ya no sólo de ese cuadro, sino también de sus pensamientos. Se resiste cruelmente a ser uno más de los de los amores fáciles… Finalmente encontró la forma de robarla, ¡cuánto temió por su causa! otra cosa es que sepan aguantarse y se sirvan mutuamente, dichas almas son auges más fuertes que las ligazones al feminismo y los auges de las escisiones o los puntos de encuentro.

Y por otro lado están el resto de los mortales, que también son briosos. No es un cumplido. No hay posibilidad de ganar ni por muchos lustros de guerras. En suma, son la estúpida fotografía de la polémica, un montón de gentes que revelan conversaciones, opinan y les ponen a ambos (el ladronzuelo y la hija de los panaderos) al pie del cañón y la realidad que aborrecen. Libertad, caos, subsidio, orden y rimas inertes; flores que acaban con sus días y crónicas de expectativas y desalientos encenizadas, donde todo acaba fluyendo hacia los desposados lechos… Los padres de ella habían creado un reducido negocio familiar, el tal obrador; su hermano, casado y engendrando, en fase de domesticación añadió una tensión insospechada, orientándose a las pérfidas y engañifas drogas, encauzando así el negocio de la masa madre con una redondez que ensalza a los enemigos bien armados. Y Silvia les coartó el acceso a la misma poniendo tierra de por medio al impedir ese brotar jamás del superar la demencia, amparándose en la frase de Shakespeare, loba furiosa: “la perfección es enemiga de lo bueno”. Así acabó con la penuria, sin volverse loca. Convirtiendo esa sonrisa de su tía en el centro del universo, brillándole rota esa estética de haber perdido hasta la ética de su propio comportamiento, protegida por una amazona de la que luego le vendrían las quejas: madres elocuentes de labios espontáneos y ardores de sol como todas, sobresaliendo más allá de los dulcísimos murmullos, afanadas en demorar hasta lo insensible.

Volviendo a él, a ese que narra la alternancia de capítulos en su confianza ciega, ni puro plástico ni pura hipocresía, debe fingirlo todo, remodelarse y ocultar esa operación de rescate y salvoconducto que lleva entre manos, sólo así podrá sobrellevar el abismo de su prostitución de lujo, gracias a la cual dio respuesta a la limpiadora del museo que le infiltró en la sala más preciada –engaño y bendición-, para conversar con su nana con la virgen dibujada, acallando el trasfondo y la atmósfera tremendista, confidente conteniéndose los dedos en sus sangres, y por consiguiente, aumentando su conciencia más allá del reto pictórico, pretendiendo timar al Patronato que rige la pinacoteca, y por supuesto, cambiar su medio estilo de vida. Gurú y precavido, se ejercita cada segundo considerando que la mujer que mejor lo curaría sabrá determinar algún día su valor, teniendo para sí las piezas del puzle. Con radicalidad contiene a su familia y la herencia; con cordura atiende a su trabajo; y en sus pensamientos padece el amor y la compasión por esa a quien reta. “Veamos a quien admiras”, le dice cada vez que deja tras de sí el rostro de la Santa y palpa la gargantilla, autócrata y desastroso, pues no es capaz de desprenderse de ese libro que lo pinza casi todo. Discípulo, lo más ha establecido una alianza, adoctrinándose con una lluvia de afrentas: “nos moriremos juntos”, carga contra El Coronel no tiene quien le escriba. No obstante, autónomo, reinventa su forma de trabajar y de vivir. Pocos conocen el multimillonario negocio de limpiar las escenas del crimen como él, y nadie sabe lo que en verdad le duelen las huellas de la muerte. En su ansiado propósito, ha de mediar con una sociedad mediocre pero ambiciosa, quien le ve como contrincante y no como un gestor o alguien que pueda alcanzar la paz por sí mismo. Es su otra bancarrota, que le llena de altibajos y convulsión. Despunta entre tanto, lo más vivo… una excusa, un lugar, un oficio, lagunas del pensamiento. Adoleciendo de otros puntos de encuentro, la mayoría de las veces termina por allí, por la distancia de lo continuo y conocido, sufriendo su mayor merma. Esto es lo que piensa de la vida, oscura y densamente en sus Castillas, sures y nortes africanos, no en vano, embistiendo el arte de amar, soliviantado, afligido y rechazando los artificios culpables.

Son reacciones de la visión trágica y de lo que les llevan a sus trabajos y retornos, aniquilándose inocentemente, sufriendo también la persecución de un sistema, preocupados por el bienestar y por lo que los cleros esconden. Nuevamente ahí, es donde confluyen los protagonistas, puesto que la trabajadora voluntaria y casi que extranjera, combina su calvario entre Madrid y los negocios que la sepultan a desaparecer muy por encima de las evoluciones técnicas… allá donde las palabras no son casuales y las colaboraciones son consideradas liberaciones. Un sitio donde no puede dar cabida a su muestrario de tacones, menos aún llevarse a Valery (cortesana francesa de los sentidos absolutos, desnuda y recostada, apresada en su bienestar), con quien también se da a su hora veinticinco en busca del futuro perdidos, sencillamente por la necedad humana. No supo amarse, sí matar en su mismo proceder… Sollozando el sentir, hartos de percepciones temporales entre las sombras, cualesquiera de las gracias parecen bañar los mejores rocíos, de ésta u otras tierras. Quienes sean comprarían el futuro si pudieran, límites de las naturalezas. ¿De qué los espejos si no?, más dificultoso les resulta alcanzar la gracia de sus favores, negligentes, imprudentes y espigados estériles que resisten a un poderío inmortal… Es la masa confusa y desordenada de las palabras veladas, el azar empuñado y la usura y los dardos que hieren, cuales desconocidos semejantes: débiles confianzas… y mecanismos de relojería, pues los dolores de la pérdida les conducen a los pensamientos mágicos pareciendo comerciantes exitosos en sus emprendimientos. No obstante, los dos implicados lo que verdaderamente aspiran es a disfrutar lo que un día tuvieron, y sí, también a cubrirse la espaldas con el dinero, siendo villanos si fuera preciso. Asesinar es como amar, no muy distinto a engañar, estafar o vivir enfadado, es esa vacuna cultural que requiere de tal nivel de exigencia que muy pocos saben conciliar. Poéticamente vendría a ser un juego de pactos, confusión de confusiones, sin ni distinguir entre lo que está bien o mal, “engaño y bendición”, como cuando dicen -cielo, tranquilo-, sentida e inocentemente, expandiendo el horizonte de lo posible:

Pinturas negras,

feria de tinieblas;

destinos cruzados

vértigo y almíbar:

ya toca.

Quienes aplauden,

quienes lloran;

 que no falten.

Hurtos semblantes,

defectos de tinieblas;

manos secretas,

vergonzosas desnudeces:

ya toca.

Cuantos cerrojos,

cuantos misterios;

que conlleven bienes.

Pinturas negras,

frutos exquisitos,

sirvan precauciones.

Adónde la desmesura,

adónde el tiempo arraiga;

que sirvan precauciones.

Hurtos semblantes,

suavizad hábitos,

alimento y morada…

Cacería y canciones,

confusiones y pactos;

quiénes, cuántos, adónde:

ya toca.

Pinturas negras
Feria de tinieblas
Destinos cruzados
Vértigo y almíbar
Ya toca
Quienes aplauden
Quienes lloran
Que no falten
Hurtos semblantes
Defectos de tinieblas
Manos secretas
Vergonzosas desnudeces
Ya toca
Cuantos cerrojos
Cuantos misterios
Que conlleven bienes
Pinturas negras
Frutos exquisitos
Sirvan precauciones
Adónde la desmesura
Adónde el tiempo arraiga
Que sirvan precauciones
Hurtos semblantes
Suavizad hábitos
Alimento y morada
Cacería y canciones
Confusiones y pactos
Quiénes, cuántos, adónde
Ya toca
SILVIA (la hija de los panaderos, gaditana)
CARMINA  (compañera de habitación del hospital)
PAULA  (la novia de su hermano)
LUCÍA  (su prima)
NICOLÁS  (gestor de una naviera)
AURORA  (esposa de Nicolás)
DRA. GÓMEZ  (responsable ensayo clínico)
VALERY  (la mujer que apaarece en su cuadro –Desnudo recostado-)
CATALINA  (la mujer que aparece en otro cuadro, como Santa)
PRENDA (caballo de peluche, tipo mecedora)
ANA MARÍA (costurera)
FERNÁNDEZ Y HERNÁNDEZ (fotógrafo y scouter)
Demás familia.

Picasso; Engaño; Santa; Buhardilla; Loft; Prenda; Corbatas; Catalina; Huye; Taxi; Radicalismos; Vértigo; Autobús; Antifaz; Botánico; Thyssen; Prado; Cárcel; Torre Europa; Caravaggio; Colombia; FARC; Baldosa; Guardia Civil; Tinieblas; Beber; Cheyenne; Caminar; Oficina; bailarinas; Carmina; El Coronel; Frivoliza; Costurera; Fuego; Wilde; Marx; Gimnasio; Opiáceo; Modelo; Van Gogh; Amapola; Gatopardo; Trump; Hitler; Desmesura; Casilda; Tango; Anchoas; falsificación; Calígula; Einstein; Patronato; Droga; Chicago; castillo; Navidad; Velázquez; El Principito; Jungla; Cabalgata de Reyes; Valery; Besos, Atocha; Chantal Maillard; Bendición; Espelta; Invulnerable…

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