La gente perversa solo tiene cómplices, sí. El miedo, a veces, hace que nos perdamos cosas maravillosas, como esos diez centímetros de silencio que decía Benedetti, entre manos y más manos, tesoros escondidos, sin duda. Pero, en el espacio vacío no hay sonido, sí luz y vibración con la que preguntarse ¿qué habrá sido de esos personajes luminosos o de tensión propia?, todos, palabras y sangre, enigmas hasta para sus propias identidades.
En mis relatos se hallan patrones y todas esas anomalías, propias de todos los reinos. Son enmascaramientos, alteraciones, reflejos, riesgos y preguntas… muchas. En ellos ocurre lo mismo que cuando la lava se desmorona, filtra y junta con el hielo: se hace más poderosa. Saca su músculo, su talento, su tremendismo. Lo que es, es, siendo.
Es otro modo de medir esos ruidos de impacto, traumas sociales tan cotidianos y corrupción si acaso, que tan reconocibles se nos hacen cuando nos paramos a datar y llegar a esos sonidos continuos que nos son integradores, aunque sea a destiempo, solo con su rutina, su amor, su trabajo o lo que sea. Momentos en los que se acaban las lealtades y los que fueron amigos quizás ya no lo sigan siendo. Dudosos pasados donde se arrastra la larga sospecha de falsedad, de exhibicionismo y los tiempos del después.
Relatos que son mucho más que el escritor que los narra, son titulares, evidencias sociales. Historias de fortuna y violencias, algaradas, cuentos que suenan a personajes surrealistas, almibarados o tremebundos por sus problemas; gentes que contestan fatalmente cuando se les acorrala, también mentirosos gentiles. En imágenes vendrían a ser los que desean unos pocos, que no siempre el deseo de quienes tienen que aguantarlos.
Todos los clichés, prejuicios y las calamidades se dotan de la veracidad más visceral, o de canciones para vivos y muertos cual oro y perspectivas. Si bien, quedan las dudas, las opiniones, porque para el lector esas canciones son muy suyas, y se asemejan y atormentan. No por miedo, sino por verdad, al corresponder a hechos.
Y sí, todo relato tiene su antes y su después: su vida. Están los placeres enormes de las rimas del desamor, como aquel Es lenguaje del pasado; comienzos, ya distanciados, que no son insufribles, ni mucho menos. Tampoco resulta difícil de comprender la fuerza motriz de lo que No tiene ningún sentido, que vendría a ser una referencia continua para evitar los ostracismos. Y para fugarse, cabe llegar a ser Fugitivos. Pero para relatos más que actuales los acontecidos en Deseos Humanos, a falta de La Francotiradora de su tía, una que jamás caducará, como el agua, que gusta verla, legendaria, normal en su desamparo… a la que le queda bien poquito.
Relatos, todos, al fin y al cabo, para después de la alegría, de la plenitud, del amor y esa emoción de la posibilidad que a todos nos gusta; mayúsculas o minúsculas con sus muchas semejanzas. Hay diez centímetros de silencio entre tus manos y mis manos, una frontera de palabras no dichas, entre tus labios y mis labios… y algo que brilla así de triste entre tus ojos y mis ojos.
Quedaría el olor del tiempo pasándoles la vida como un raro espejismo. Negro porque estaba desnuda, porque lo hacía como…
Venía de ser un testigo mudo. Muerte, resurrección y muerte. Sin tabaco, que era de una generación sin humo. Parte…
Para el hombre sin rostro no era un detalle menor. Tratar de entender la conducta de ese ser humano le…
En mala ilusión cabía la paz, y eso que no pretendía volver a ser lo que era. Enfermo del cuerpo…
Nadie elegía su propio destino, ni donde descansaban las flores. El desasosiego de nuestro tiempo los hacía caminar como gatos…
La primera vez que le seguí se llegó hasta un extraño lugar de su calle, al comienzo de la parte…