abril 2022

28
Abr

El diablo también fue un ángel

El diablo también fue un ángel aquella vez, no obstante:

-La función más noble es dormir cuando toca dormir -porque Friedman era un hombre de mundo, por vecino de la aniquilación que fuera-. Y arrópate, porque el hombre muere de frío, no de oscuridad -le precisó-, y tú has hecho lo que hacen los hombres: apostar y perder

Todos tenemos dentro el bien y el mal; el dinero como denominador común. Caer siete veces y levantarte ocho.

Lo tenía todo, y no tenía nada

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PEBELTOR

21
Abr

No podían comprar el futuro

No podían comprar el futuro, no podían comprar el tipo de vida que querían. La nostalgia les era como otras enfermedades, les hacían sentirse fatal hasta que pasaba a otras personas.

No obstante, tan pronto se creían el emperador de París bajo el disfraz de un comerciante, que se veían pequeños para trabajar y hasta para poder mendigar.

¿De qué valían las líneas rojas? El mundo les era dispar hasta en los cuentos infantiles. Niñas y niños. Todos. El purgatorio del insomnio no les llevaba a contar ovejas irremediablemente. Todo en un mundo enmarañado, en el que se creaban cosméticos a partir de las cenizas de bosques quemados con la excusa de devolverles la vida.

Y con esas, deseo era la palabra. Lo que sentían las personas. Ese ardor que los años no apagaban. Todavía deseaban, y todavía sufrían la sensación de conocer a alguien que no quisieran que se fuera nunca. Vivían en un sinvivir, pero vivían, o lo intentaban, acorralados. Porque cada palabra destruía o edificaba, hería o curaba, maldecía o bendecía.

Todavía había casas y personas de esas, y casi que barrios aguantando la presión, retenidos, empequeñecidos y engrandecidos. Según se mirase había demasiada gente, en unos y en otros. Sencillos, aparentes.

Con perspectiva, es como si hubiera llovido y todo reflejase una vida limpia y tranquila, pero no había lluvia. Toda una bella ceremonia de ensayo de la muerte, homogeneizando a las personas, como si fueran robots y así evitar definir rasgos. La evolución esquinada. El negror de la claridad meridiana. Lo que fue la vida y seguiría siendo.

14
Abr

En un entorno quizás remoto, o no tanto

La abadía de Westminster, donde descansaban un buen número de monarcas de tiempos pasados, fue el lugar donde se reunió toda la familia real británica dominando la agenda pública. Y como un activo miembro de la familia real apareció el padre de Cynthia. Fue el auténtico protagonista, junto con la Reina Madre.

Los demás hijos y nietos de esta última pasaron a ser poco menos que sucedáneos, si es que alguna vez pintaron realmente algo, más allá de sus dislates.

Adolescente, princesa, reina. Ciento ocho años de la Reina Isabel II. En un mundo perfecto nunca se hubieran conocido, ella y su sucesora: Cynthia A. Denson (Isabel III).

Al tiempo, en los Estados Unidos, el tercer país más poblado del mundo, la densidad de población moderada se mantuvo. Los americanos supieron darle justo término a la máquina de hacer billetes, conteniendo esas peregrinaciones de sus vecinos del sur. Les financiaron inversiones según su naturaleza, según su elemento, según el sujeto que invertiría, según su riesgo, su gestión. No todas las deudas les eran malas.

Menos en Argentina y Brasil, crecieron sustancial y enormemente los estadounidenses. Fue otro de los imprevistos, o soluciones varias. Otros países buscaron su colchón financiero y fracasaron, eran los lugares donde las guerrillas urbanas tardaban en desaparecer; mayoritariamente fueron países de la extinta Unión Europea, que no aguantó el tipo años antes y se desintegró, no sirviendo ni para ser una buena idea con todas sus palabras.

Los veintisiete estados miembros (veintiocho cuando formó parte el Reino Unido) con realidades tan diferentes, clásicas y contradictorias, y cuya absoluta diversidad apenas supieron gestionar y subrayar su poder específico en el mundo, pasaron a ser meros actores de reparto, cosa que ya se veía venir de mucho antes con tantísimos juramentos de constancia, como con hambre atrasada, mucho ruido y pocas nueces.

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7
Abr

El hambre hace salir al lobo

Sin una cohorte de escoltas ni llamativos vehículos que hicieran de parapeto, Friedman volvía a tener al alcance de su mira a otro. Sin entrar en detalles, para él, todo viandante era malo. Una persona normal y a la vez extraordinaria. Y ya no se detendría ante las pataletas de nadie. Decidía él. Cada uno de los tres empleados era dueño y señor de sus decisiones, por jerarquías que hubiera, dándole franqueza y realidad a esa burbuja de denostada riqueza y locura creativa. Había mucho dinero de por medio, y lo sabían. Una idea no pasaba de un idioma a otro sin cambios. Le habían puesto precio a la niña rica. 

-Nos la han jugado. Vienen a por nosotros otra vez.

-Nadie dijo que esto fuera a ser fácil, segurata. El hambre hace salir al lobo. ¿Es ese?

-Sí, capullo. Cuando termine con él te reventaré los sesos, negrito. Aparta tu aliento.

La patria les era esa a los empleados, allí donde resonaban sus lenguas. Cynthia aún no podía pensar del todo. Lo emocional, lo intelectual, se le cruzaba. Ni creía en Dios, ni anhelaba demás existencias. Esther Doña le había curado la aflicción de esa fuga con un buen calmante de los suyos a mano abierta, y todavía estaba bajo sus efectos (demasiado hielo en la mandíbula y un pómulo). Los únicos reaccionarios eran ellos, los hombres, que por suerte no gritaban ni gimoteaban para evitar escucharse el uno al otro.

Friedman era un cementerio de ideas muertas. Matar siempre era la solución. Hubiera matado a la niña de no ser por los otros dos, y al matón de los Connolly. Texas, en cambio, lo quería coger vivo. Los paraísos, los aviones privados, no entraban en la ecuación. Se habían dado cuenta de que les habían tendido una trampa, quizás su propio jefe, el señor Denson.

Había que decidir en corto.

-La verdad es que la razón es el enemigo de la vida -sugirió Esther Doña serenamente-. Matadlo.

Extracto del libro Lo tenía todo, y no tenía nada

Demasiado actual, por suerte y desgracia:

reflejos que esperan impacientes.

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