abril 2020

30
Abr

Microcuento del qué pasó

Abuelita, ¿qué pasó en marzo del 2020 en España? Por Pebeltor

 

30
Abr

A mí no me entierras tú

-El talento de las mujeres es el cincuenta por ciento del talento de la sociedad y seríamos muy torpes si prescindiéramos de él -soslayó el galés, callando lo de que “el diablo te ofrece el plato, más no te obliga a comer”.

Y, gracias a una melodía de notas sueltas de piano que salieron del teléfono del americano recuperaron la luminosidad natural, quienes la tenían.

-Me muero por fumarme un cigarrillo -esgrimió Mary Anne a toda esa aristocracia de barrio.

Si alguien me dice que entiende lo que viene sucediendo en este puto reino es que no se lo han explicado bien, farfulló el señor Griffin.

A mí no me entierras tú, barruntó otro.

 

Extracto del libro Mary McCarthy (PEBELTOR)

Disponible en Amazon

 

26
Abr

El placer culpable

La coherencia dice que somos de quiénes hemos dejado que nos conozcan de verdad. Y que a todos nos gustan que nos necesiten, de unas formas u otras. Con eso estaría todo dicho, pero raras veces se rechaza a una persona que te gusta, que te aporta.

Se suceden las horas, se suceden los días y eso son parte de las muchas contradicciones que tenemos las personas.

Decir NO a alguien es legítimo y necesario.

Decir SÍ por salir al paso es otra opción.

Y luego está lo otro; no decir nada, aunque resuenen los vacíos, o decirlo del modo que la otra parte lo entienda, que es casi más complicado y doloroso, pues cuesta creer que dos personas que se tratan duden de la delicadeza, honestidad y afabilidad del otro. Pero sí, a veces toca decidir en la pareja, incluso cuando no se es aún ni pareja, por muchas cosas que se hayan hecho con y sin reservas. Y ese es el puzle.

¿O a lo mejor es que esa persona no nos gusta y/o no nos aporta?, ¿o no hemos sabido hacerlo?

Más complicado es cuando se dice que se está cansado/a. ¿Cansado de qué? Si sabes quién eres, sabes qué hacer.

Conociéndose, ya surgen miedos, un miedo recurrente -porque las cosas hay que vivirlas, que no solo trabajarlas en esos tanteos de los inicios- a todo eso. A no saber entender a la otra parte, a no estar, a creer en algo que no se sabría hacia dónde ni cómo evolucionaría, a volverse cómodo y resultarle egoísta… y fundamentalmente a echar en falta, o sea, a crear esa necesidad. Y para ello no sería necesario compartir mucho, ni todo. Solo una parte, mayormente cosas normales, nimias, ridículas o idiotas, que también algunos caprichos si fuera el caso. Cenar, comer, pasear, charlar, algún viaje, tareas, etc.

De pronto un día te encuentras que te llegan a decir “que no pueden llenar tus vacíos”, como si tampoco lo pretendiesen hacer. Y te callas, por no ofenderte.

Al cabo de un tiempo, escuchas “que todo el mundo tiene las mismas oportunidades en esto de la vida”. Y prudentemente sigues callando. 

La comunicación, sin saber cómo ni cuándo, se vuelve incómoda, ingrata, soez, pero sin caer en la indiferencia, porque hay un interés mutuo, quizás por esa hambre emocional del realizarse en la vida, algo innato y que se retroalimenta. Tanto, como que hay que sacar las palabras y los momentos con sacacorchos.

Y, llegado el caso, ya ni se relativiza. Todo es sacado de contexto, se maximiza, habiendo entrado en un submundo de conciencias donde todo ofende, hasta el propio interés en saber del otro. Nada está en su justo término. Los sentimientos pareciera que desaparecen o se exacerban en contra del otro. Ni a esa voz que un día fue tan cercana, hermosa y apreciada se le admite comprensión y escucha alguna.

Es entonces, cuando aquello del ser distintos pero iguales no suma y las buenas noches no suenan ni a eso; se quiere olvida el querer, respetar, valorar, aceptar. Uno se pregunta ¿qué se ha estado haciendo?, ¿en qué ha invertido? ¿A quién ha dejado entrar en su vida?

El espejo te dice que eres educado, formal y considerado. Tu experiencia vital que no das oportunidades a cualquiera. Y como que hubiera pasado un año.

Abandonas el espejo y te preguntas ¿qué está bien y qué está mal?, los pros y los contras. Sabes que nunca tuviste nada ni fuiste nadie. Solo trabajar, para comer y poner tu granito de arena; pero que seguirás siendo de los pobres. Y esperas que la otra persona dé algún paso, cansada o no. Pudiera llamarse la cuarta vía. Pudiera demostrarte que elegiste bien, que hiciste bien en ir a verla aquel día y ofrecerte, aunque pareciera una mera coincidencia comercial; aunque tardases tanto en dar el paso de entrar en asiduidades -como verse-, que nunca le fueron suficientes; aunque dude de ti y no te conozca, que es lo que más duele, porque ofende cuando te ponen en duda y cuestionan las delicadezas. Pudiera ser que esas caricias que no se han tenido fuesen por algo, y te esperasen. Pudiera ser encontrarte con que no tienes nada suyo, nada material, y que todo es como un sueño pasajero que se te atraganta. Que miras a tu alrededor y nadie recuerda ni sabe de ese alguien que quisiste tener. Que todo se quedó pendiente de hacer por no saberlo hacerlo o estar en ello.

Más el hastío es eso. Intentar rehacerte. Dudar en dejarte ver o pasar de todo; ser débil o fuerte. No saber quién eres, ni saber qué hacer. Y se piensa, mucho. Distintos, pero iguales; o lo esperas. No habiendo nada en lo que creer.

Por no tener, no tienes ni la maderita donde apoyar el puzle y darle sustento. Te falta todo, cuando un día creíste haber encauzado esa otra parte tuya, y suya. Porque en ese duelo uno depende del otro, más si cabe que cuando se estuvo, mejor o peor. Y no te dejan salir, lo cual no sabes si es mejor para evitar presentarte; cosa que no piensas hacer, pero que ni de ti mismo te fías, pues confundes la mediana edad con ser joven.

Y resulta que te llama y, sin decirte nada, te lo ha dicho todo. Tu otra parte. Nada es nada, porque no has escuchado “cariño” y cosas de esas, ni algunas. Pero te ha llamado, ha dado ese paso. Notas que el mundo ha empezado a dar ese paso, aún pequeño, porque es tu continente, tu mundo, mezclándote con su día a día, aunque sea a deshoras, y crees; vuelves tontamente a creer. En nada, que ya es algo. Deseando que de veras llegue a conocerte de verdad, y que te necesite. Con eso estaría todo dicho, que raras veces se rechaza a una persona que te gusta, que te aporta.

Se suceden las horas, se suceden los días y eso son parte de las muchas contradicciones que tenemos las personas.

 

23
Abr

Abuelito, ¿qué pasó en 2020?

-Algún día entenderás que la paz es algo muy caro, que el mundo no la abarca, que todos nos hemos ido alguna vez de un lugar con miedo y… que el amor es ese alguien que te pertenece, que se deja cuidar y te cuida, guapetona -respiró el abuelo -¡Venga!, duérmete bichito.

-Espera, espera -se le impacientó la peque- ¿se puede vivir sin dinero?

-Muchos, la mayoría, podrían si tuvieran alguien en quien apoyarse -y le cambió el tercio, jugueteando con ella- ¿No pensarás quedarte toda la noche en vela esperando al Ratoncito Pérez?

La cabeza de la peque respondió una cosa, los ojos otra y la lengua se le movió buscándose para acabar tocándose el labio de arriba.

-A dormir, dormilona.

-Abuelo espera, ¡espera! -se pronunció- no me apagues la luz todavía -pidió la peque –¿Cómo se puede elegir el amor?

-No se puede -respondió tocándose su cabeza con la mano, más bien rascándose las entendederas-. Te elige a ti- y le procuró un beso en la frente, medio levantándose de la falda de la cama.

-¿Si consigo hacer el puzle de 1000 piezas tendré amor? -se cuestionó la mujercita-. ¿No se volverá a parar todo, como le pasó a la abuela?

Colocarle el embozo de la sábana y ajustarle la almohada les vino muy bien a ambos, especialmente al mayor, a quien casi todos los minutos de todos los días formaban parte de esas horas. Pero quien mejor resolvió el entuerto fue la perra, que instintivamente se le subió a la cama y la besuqueó olfateándola enjugascada como solo ella era capaz de hacer, sacándoles unas risas a todos. Y sí, esa noche les dejó compartieron sueños y habitación, no en vano la luna estaba de porcelana, ideal para tocarla. 

PEBELTOR

16
Abr

Entonces…

-La idea de que el futuro es algo que nos imponen es una falacia.

-¿Y esas seiscientas páginas que resumen los 4000 mil millones de datos de su ADN?, ¿acaso no son evolución?

-Me advirtieron que no sería recibida con fanfarrias- comentó y sacó algo del bolsillo interior de la cazadora Rose. -Toma, cariño. Cuídate siempre. Vendrán a recoger mis cosas.

-Extraño país el tuyo. Vete ahora que puedes- les contestó etérea Lydia, ni besándola, con ese paso atrás, huyendo bajo la sombra de lo que fueron.

La Remington de la pianista tampoco enseñó los colmillos, pura fachada.

 

Extractos del capítulo Entonces… (Novela China y su entorno)

Disponible en Amazon 

PEBELTOR

10
Abr

Diferente a todos los otros confinamientos

El carácter propiamente italiano vertebraba desde la raíz más profunda. El señor Meucci también. Otro que había releído la novela de toda una vida (El doctor Zhivago). Veía el futuro con tanta claridad como si lo hubiera detenido, y se hacía a los funerales a destiempo. La belleza extrema de esas capitulaciones dejaba sin aliento. Porque Pompeya era mucha Pompeya. Ni Roma había podido con ella. Bebían mucho y tenían relaciones sexuales, pero se les hacía caso a los de esa región. Estudios comparados les daban la razón: “Tienen menos probabilidades de estar solos, deprimidos y tener ataques de pánico; apenas hay asma, obesidad, presión arterial alta, úlceras gástricas, dolores de cabeza por migraña. Usan menos medicina”.

Fragmento del libro La importancia de verse

–en curso- (PEBELTOR)

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