agosto 2018

31
Ago

Ser escritor: en todas las ciudades de espejos

Hay días que ser escritor viene a ser como sufrir la muerte de las mil cuchillas sin enterarse, todo, por una permanencia en ese pacto de falsificadores con un pie en el paraíso y otro en el corazón de las nueve estancias.

Son temporadas salvajes creando oportunidades, con especulaciones de Judas sin más remedio que seguir y seguir por no volver a empezar con nuevas presencias reales, chacales, símbolos del éxtasis, lecciones de los maestros, fuegos, soles, fiscalidades voluntarias y responsabilidades sociales hasta desaparecer de uno mismo y tenerse, dado que a cada palabra toda historia comienza.

Como blanco de plomo, uno acondiciona y define todas esas marionetas siendo sin serlo, porque se puede ser la Reina de Suecia o el peor oro viejo con tal de aportar experiencias; no hay puertas para el infierno con tal de innovar y de estar allí, cambiando los órdenes de prioridades y sabiendo de las heridas del tiempo.

Caben hasta las perfectas educaciones.

La mujer de la escalera lo sabe, a veces me siente farfullar subiendo o bajando cuando voy bajo el celo de Dios con cinco meditaciones lo menos en tal mirada a mis universos.

Otras veces finjo ser un caballo, una burócrata o los pedales de una bicicleta y un sinfín de palabras que reúno en mis manos, pero lo mejor son los años ligeros cuales milagros prohibidos, que no deja de ser el peor de los enemigos, desgarrado y atado.

Hijo de todos, uno que indaga en su oscuro camino hacia la misericordia escucha, observa, serpentea en la luna y las minas… en busca de silencio. Es meditación y el viaje del duelo: otro arte de vivir en la ciudad.

Como las mil cuchillas, resuenan las bandas sonoras, los secretos de quienes se hablan y no creen ser vistos, las dulces historias de las mariposas y las libélulas, rituales y circunstancias casuales, las muchas vidas de repuesto, gentes con pistola, manos izquierdas, sangres, tuberías, peces de colores y todos los azules marinos.

En las tintas, no hay vidas de animales salvajes, todos somos semejantes, aunque ninguna mujer se parece.

La modelo descalza que parece acabada puede ser un caballo negro, un testigo de reputación, habitar a un rey loco diciéndole lo hermoso de morir juntos y jalear todas las suertes malditas.

Cada noche, en cada baile, el escritor fundamenta sus llaves de alquimista relatándose un libro largo de cuentos cortos, y salen los misterios de cuadros robados, indignaciones compartidas, los oídos atentos a los pájaros, tiranos del blues, calabozos y tiempos de hielo entre otros. Todo, por darse su merecido.

¿Cuántas veces se ha preguntado un escritor cómo funciona el sistema?, ¿cuántas veces se ha reformulado mil delitos?, ¿cuántas veces ha alquilado un descapotable?, ¿conspirado?, ¿o sentido dolores que unen?… por meros detalles, tatuajes más o menos sexis, risas, heroicidades de los jefes de manadas como piratas bien educados y pesadillas favoritas.

Sí, el gremio secreto de los libros tiene esas conexiones con las confesiones. Todos somos piratas. Es la misa negra del peso del mundo, la salvaje delicadeza que realza a los comisarios, pero solo amanece en esa tierra más amable que el hogar si estás dispuesto a ese veredicto impuesto. Un mero paseo puede llegar a suponer tal que siete años de abundancias y riquezas. Es un gran frío de experiencias y curiosidades, tratamientos: la otra piel.

Mirarse.

Araña, cisne, caballo, bajo ese paraguas uno es reo y palabras heridas de un bucanero y todos los más allá de las tinieblas. Nieve verde si acaso. Y mentiras aceptadas con todos los matices cuando el olfato participa. Realmente el beso del diablo: fiebre.

Somos los que vemos las primeras veces de dos o más que no se quieren en realidad. Recados, castigos para los buenos, caballeros fantasmas y los hilos enrevesados como confianzas totales. Zorros que están en boca de todos y nadie.

Cuentos populares de la madre muerta, mediterráneos, leyendas y pausas de las buenas. La nieve por tres veces… y faros por dentro.

Por más preparado para todo que uno salga, cuando la tierra se vuelve de plata el ritmo normal de los cuerpos gritan los imposibles y actúan como esa segunda piel recibiendo momentos, sabores, colinas, hombres sin cabeza y un complejo de eslabones que ponen de nuevo la luz de los focos hasta las tantas de la madrugada… por tiempo limitado consideré en los comienzos…

Y no.

Una sanguijuela roja a las cuarenta y ocho horas, suelta y se da a sus reflejos, no a otros, pero los ecos de tantas trampas, postales, vidas, chantajistas, seres pelirrojos y electricidades, dejan a mis ojos como espías mezclándolo todo y a todos.

Ojos negros, de ejército furioso y capitanías varias, de policía descalzo y de triturador de huesos, de paciente cero y de un hijo de puta retorcido; muy retorcido cuando la cosa quiere.

¿Qué pasa en tu cabeza?, preguntaría alguien, creyendo ver a un chimpancé en el lago de mis pupilas. O ¿por qué hay todo y no hay nada en tal nulidad? Más de repente llaman a la puerta, y… la piedra de la paciencia lo cree saber todo. Vuelve la muerte blanca, fluyen las conspiraciones, se sienten nudos por los amantes y sus infamias, hasta se venden a los amigos y se ensayan cartas a Poseidón. 

Es el mal del pasear, donde mejor canta un pájaro y escribe un escritor. ¿Y luego qué, porque las ansias carnívoras de la nada siguen y siguen con sus retahílas?… Ni los loros de siete lenguas acallarían los ritmos lentos, guerras de mujeres, urnas sangrientas, fragmentos de interior, arenas movedizas, ataduras y visillos: sueños. El libertino de calidad es el peor de los dragones: muere en la rectoría, cual asesino en escena. Ni una dirección equivocada le detiene. Tanto pequeño zoológico es un caso perdido: el más bello amor. Eso no ayuda, no, pero son clientes asiduos con los que desvalijarse. Tiempos de clásicos presentes. Otra vuelta de tuerca. Una ínsula de cuentos de prosa y verso: espejos de almas simples. ¡Sí!

El dulce veneno del jazz diario y los cielos repletos de tangos, ¡y que se levanten los muertos!

Huye rápido, vete lejos… a un lugar incierto, las cosas pasan: todo lo que tengo lo llevo conmigo. 

30
Ago

Escapar del Estado

La ciudad estaba sitiada, toda esa manzana suya era un fortín contra el fin. Sobre todo, a esa hora: la hora de la estrella, del disimulo y de la sinceridad. Donde con esos cuentos reunidos no terminaba de aprender a ser feliz.

Quinientos treinta y tres días llevaba esperando la hijita, y cuando el final se acercaba más se lo creía. Entendía que todo era una prueba, un manual de remedios a su ansiedad. Por buena estaba sola, su madre y sus hermanas estaban en otro gabinete, siete pasos antes.

El cuento de la hormiga no valía. Quería ver entrar a su padre de una vez por todas, cual nostalgia del absoluto. Ni cumpleaños ni nada que la coronase, estaba en su arte de callar; extrañamente esperando. Pero sí, una de las diez posibles razones para la tristeza del pensamiento era cierta.

La decadencia de la mentira era esa.

28
Ago

Poesias donde sentir distinto

Cuando los dioses escriben el libro de destino es lo de siempre. Escuchan las medias vidas, saben de los álbumes de fotos, traducen, saben lo que soñamos la última noche, cerca y lejos de nuestra tierra, actúan; conocen a las niñas que saben hablar con las muñecas, los legados, etc. Pero son carceleros del arte de decir adiós.

Donde las mujeres y otros son reyes, es en la furia ámbar, pues en la lógica cotidiana de la felicidad no se puede desperdiciar nada, quien más quien menos necesita redibujar su mundo en la intimidad de cada cual, vigilante, sin hogar ni lugar, girando al mayor de los secretos con ojos en la nuca, lo más indecible posible, y presentar su verdadera elegancia, sus poesías.

Poesías que de entrada son aglomeraciones, verdades que no sirven. Van de quiénes somos, o de pretender saber lo que se siente al recibir un beso estando vestidas/os en plan carnavalesco, por lo pretencioso más que nada. Un encomiable retrato de la estupidez.

En cambio, luego están las rara avis, las poesías de la vida real. De esos que creen no hacerlo. Padres o madres con seis hijos algunos. Sin caer en lo rancio, gentes que emanan otras tradiciones. Más en lo atemporal e independiente de las modas y tendencias, es más fácil hablar a través de las fotografías, de esas que pensamos mejor no mostrar, y que van en condicional. ¿Y el resultado cuál es? Sentir distinto.

Para ser honesto, nunca pensé que pervivirían tantos anhelos, solo que cada una tiene su historia. Surgieron cuando buscaba algo más especial. Y todavía me tienen esposado; reconozco que a veces son difíciles, aún se confabulan y evolucionan sin estar de parte de nadie. Plenas turbulencias… me miro las manos y ni siquiera recuerdo haberlas escrito. Se zarandean. Y mi estómago protesta, hace piruetas. ¿No les han contado nada de mí? Anhelo, más allá del mar son algunas.

Giran el tiempo justo para disuadirme, una de las cosas más raras que se pueden hacer en la vida. Ojos que hacen más y más preguntas. Pitidos urgentes, callados de tantas cosas donde recoger los trozos de secretos cuando cuesta decidir, uniformados para no ser pizpiretas con palabras rigurosamente contrapuestas.

Pero la verdad es que uno se da la vuelta y vuelven a despegar, como los collares de perlas, otros secretos que voy engarzando, para cuando llegue el viejo momento de idear otro traje, formal, y ponerme de puntillas para verlas crecer… hasta entonces, miedo dan, mejor que sean cosas imprevistas, como si nada, tales que fotos descoloridas. Punto final, por nada: horda de posibles. Penitenciarías. ¿Se puede fingir que el pasado no ha existido?, ¿odiarse sin ser uno mismo? ¿Quiénes somos en realidad?

Las leyes son los único que nos hacen a todos iguales, junto a las poesías que no se dicen sentir, que todos las miramos de refilón para ampararnos sin ser vistos.

23
Ago

Se dejó llevar, sí

La especulación inmobiliaria, senderos, nidos de araña, correspondencias, antepasados, el mundo escrito y no escrito, todo cabía en la biografía del silencio. Pretendía la invención del cuerpo: reunirse junto a la mesa en un lugar privilegiado; estaba harta de amores difíciles, del sol del jaguar y todo lo cósmico: promesas. Punto y aparte tocabaY fue a ver el prefacio…

Lo vio de fábula en la sinrazón. Encajó dentro de sus seis propuestas para ese nuevo milenio sin él.

En la ciudad no todo era invisible. Ni vizconde ni barón u hombrecillo era, sino un caballero inexistente. Si una noche de invierno la coleccionó, ella lo iba a poner fuera de su hechizo. Sol de muerte pasó a tener en tanto mundo aparente. Extrañó ira y tiempo perdido, fue su sentido primero de la palabra. Cualquier cosa menos las teorías del amor en el mundo árabe medieval. 

Nunca fue alguien.

16
Ago

Un manifestante

Silencio y tensión fue lo único que se dijeron al conocerse. Náufragos sin isla. Él llevaba una poesía muy propia para el jardín, más no pudo pues rápido bebió liviano el veneno de sus piernas al verla remediar su propia historia, en silencio, solo silencio; con los olvidos compartidos, bajo ese arte de serle egoísta, guardándose y cerrando la boca.

De su propia ingravidez se quedó con la última nota que llevaba escrita en la boca: las modas son pasajeras, y la moda es eterna.

Del dolor y la razón no tuvo tal lámpara verde, sufrió de una primavera nórdica por ese exceso de buen tiempo junto a ella. Era hasta la Puerta del Mar. No la incomodó en su danza de realidad; se quedó prendado del enigma de la luz, que hasta a las simientes enterradas hizo despertar viendo tal marca de agua.

La lámpara extraña, título libertino.

10
Ago

Novelas donde saber perderse

Mi primera novela no fue el sueño más grande que tuve. Buscaba voces que me hablasen de la cotidianidad, sin que nadie me mirase por encima del hombro. Empecé con breves aproximaciones, más bien todo fue una especie de poder absoluto a modo de diario, que se repitió por tres veces: El libro de un cualquiera, Me columpio en el vacío y A las luces de abril.

Pero como no me podía leer, conformé de algún modo mis primeras novelas como tal. Fui uno y fui tres personas como poco. Tenía como oficio novelar y ser parte de la acción que se desarrollaba en mis letras.

Crucé océanos en tal involucración con El Chándal de la jubilación, Desconfianza Racional y Zanahorias para todos hasta concluir esa mi hoguera con un ejemplar denominado Desconfianza Racional. Otra vez hablaba de mí y conmigo.

Y como seguía pensando en lo que hacía viré a ese rol del Siempre hay algo que decir. Solo quería seguir la línea del tiempo.

Tiempo que me hizo ponerme en carne viva al publicar Buscadores de señales. Desde entonces las pausas ya no son lo mismo.

El verdadero valor del descanso apareció con Viento sobre el mar, eso sí que fue una mano tendida. Yo, como tantos, bebí el liviano veneno de haber nacido por primera vez hace tanto que ni siquiera lo sabía hasta que novelé tal silencio, solo silencio.

Para acabar náufrago sin isla en El Fin de la Infancia, que me deparó silencio y tensión. Es lo único en lo que me reconocía.

Lo mismo todas ellas, novelas, serán de las más vendidas. Tal vez hasta aquí pudiera considerarlo inicios, porque ni era el mejor ni el peor de los tiempos. León, brújula y armario fui con Dinero y mujeres, Billete de ida y Flores de plástico. Obras que no dejan de ser historias de dos ciudades bajo una misma piel, puesto que no quise dejar a nadie fuera, aun a sabiendas del peligro.

Todo un contagio global de sensaciones que necesité valorar mucho más lo nuestro, y pergeñé Las lágrimas de tu payaso. De tan pujante me sentí que entre lo real y lo ficticio derivé a Un cuadro en blanco.

Narraciones donde no había más ley que el movimiento, para quedarme en Deseos Humanos escandalosa y flagrantemente.

Y sigo con esas oscuras pasiones, sin aquel sueño grande. Todo el mundo tiene en su núcleo central una historia… quizás sea la actual: El día que llovió hacia arriba.

Jamás pudiera haberme imaginado tanto sin haber ido paso a paso, novela tras novela, siendo PEBELTOR. En todas ellas, los restos de uno y otro pueden entremezclarse.

Ni me arrepiento ni las destierro: son, soy, somos… Los niños aprenden cuando ven, los adultos cuando el castigo es efectivo, que no deja de ser el contrapunto adecuado con el realismo dominante en mis narraciones. Así pues, tienen donde saber perderse.

Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra Política de cookies. Más información

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia de navegación, y ofrecer contenidos y publicidad de interés. Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra Política de cookies.

Cerrar