Una semana más,

y no siento frío en toda la noche.

Nunca temeré el mal año.

Qué grande te veo,

qué grande me miras,

cada semana, también.

¡Pero ahí vamos!;

con estos cambios,

que tanto afectan.

Tan necesarios como que avanzan

y destierran;

tan necesarios como que doman

y representan.

Quiero tener un recuerdo,

errante entre los dioses

en tan geografía de la locura:

he aprendido a no intentar convencer a nadie.

Fu mi último contacto conocido,

del que en nada puedo presumir.

El único problema: es que tengo conciencia…

Y esas cositas,

de la extraña lealtad,

del ser héroe de tu propio destino

del invierno que vendrá.

Más simplemente adorno

en un andar solitario entre la gente,

y nada más que extrañar… nada más, sí;

todo ser humano es un puzle de necesidades.

Sí, en mis manos tengo el secreto de esos ojos, todos,

que no cicatrices de charol u otros tiempos de esplendor,

adiestrado ya, extraño, en manipulación psicológica:

comodidad o facilidad, grande, claro ejemplo,

tan necesario, una semana más; sí.

Frente a los cambios.

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