Esa sala de techos bajos y una barra que guarda más vicios que en lo real, ¡cuánto cariño!, ¡y qué cuadro! Al principio, claro, empecé y no era accesible, luego ya con media vida y con lo que me ha pasado, como para nunca imaginar… ¿Me hace falta?, no sé muy bien… sería una sola palabra.

Yo calculo que tocar le toqué seguro. Ahora sí que parece un mandatario. Pase lo que pase, seré fiel escudera. No reclamaré, todos tenemos nuestro escaparate y nuestra trastienda. La sorpresa fue ese momento, cuando la silla de ruedas; salí de allí casi estupendamente, y por detrás venía la gerente, diciendo –oye, palabra de mujer ¡eh!, si te acuerdas es que no estabas allí-. Tanto tiempo luchando, que no me lo termino de creer… si quisiera… Qué extraño

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