La felicidad fugaz solo fue un baile. Se dejó llevar por eso del presumir de ir a sitios exóticos, lejanos. Y al final la medida del dinero la daba la necesidad que cada cual se creaba, amén de las básicas: salud, educación, comer, tener un techo y algo que ponerse.

Evité decirle que yo una vez estuve en uno de esos sitios, a priori lejanos, y casi que rocambolescos. Donde hasta la música sonaba mucho más bonita; música de todas. Incluida la de toda esa pobreza que no siempre queremos ver. Y a la vuelta me sentí vacío, por lleno. Y sí, recuerdo verla por la ventana, cada día. Una, pareciendo cientos… No desperdicié el tiempo viéndola, y hasta me vi a su lado, ayudándola en su propia espiral descendente, amaneciendo y trabajando. Y jamás tuve otro modo de localizarla que soñándola, hasta con la felicidad fugaz de un solo baile.

Yo no hice daño a mi hija, inspector. Eso es absurdo. No hay nada que pueda hacer respecto a la psiquiatra, eso sí. Quiso sonar jocosa. Su marido estaba de acuerdo. Nunca antes había tenido que llamar a la policía. Después de todo, vivían en la casa de al lado.  

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