Es el lugar que siempre recordarás. Redención, crudeza y jardines de la victoria. Ya era hora de acabar con los prejuicios. Todo estaba preparado, como ahora.

La pena es que nunca sabrá como ese milagro del amor del comer… y en la soledad y el justificarlo todo aún siento su perfume embriagador… y casi que la palpo. Ya no habrá más esa compañía de la verdad… En fin, hipersensibilidad actual… Quizás era muy alta para mí; y su jardín prohibido estaba muy poblado.

-Yo sin ti moriré- le dije soportándola.

Me regaló un reloj precioso, de pulsera… y esa música de siempre: -¡Ahhh!

¡Cómo miraba esa teórica de los desastres!

Pero yo la quería sobre el terreno, indecorosa. Más que un beso fue un escaloncito. La subí a la silla y la encadené. Interrumpimos todo. La comí entera, ella tomándome los hombros, y yo haciendo oídos sordos de ese oficio… Al principio creyó que todo iba a ser un simulacro, luego se quedó en eso, infartada en la igualdad como bandera: siempre mirándome extraña.

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