Denunciar por dos veces no está bien, se podría convertir todo ese daño en un bombardeo de inutilidades; casi que mejor reiniciarse, para que nadie construya muros. En eso se convierte esa guerra titulada El chándal de la jubilación, en todas las mentiras que a uno le hacen grande, y en la acción más necia.

Sentir una soledad rara, es casi peor que no tener un plan de escape o pervivir en una noche sin girasoles. El donnadie menos ambicioso estaría menos desorientado, pero siempre hay un código de evacuación, y cada tiene el suyo. ¿Les gustaría vivir amnésicos, sin saber nada de todo lo anterior? Cada uno puede cambiar las reglas de su propio juego, ¿o no?

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