Con qué poco, alguien puede poner en movimiento una implacable maquinaria de destinos y fortunas, tan compleja y bien engarzada como la de los astros de la bóveda celeste y, ubicarte en ese lugar donde los que son alguien se convierten en nadie, y donde los que no son nadie se convierten en alguien, que también es necesario, según los días y la ropa tendida. 

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