En la oscuridad la luz eran las ideas, y en el día a día,

por el humo se sabía dónde estaba el fuego.

Un Dios salvaje, sin discurso beligerante y con razón,

esgrimiría que, cuando se apunta hay que disparar.

Usted es el cuchillo y nosotros somos la carne,

le dijo la novia a quien los iba a casar.

Ese fue el último silencio.

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