Le contó esa pena infinidad de veces, sobre todo cuando salían a cazar grafitis. Les ayudaba a sentirse mejor. Les hacía pensar que su hermana no había desperdiciado su vida al arrojarse, destinada a una cámara en ristre permanentemente, siendo alimentada y sondada con el menor ruido posible, salvo por ese respirador artificial y el facto del miedo.           

El general más mediático dirigía la defensa y los rescates, también la habitación de la hija del presidente. Tenían una comisaría instalada en el Centro y todo lo que comportaba. La música y ellos componían los ánimos descompuestos, amén del arte que aliviaba los trabajos y los males.

Extracto del capítulo Flores de abundancia, de la novela La frágil moral

-solo con una buena actitud no llegarás a ninguna parte-

(Disponible en Amazon: a buen juez, mejor testigo)

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