Si todo empieza, se supone que todo tiene un final. Fugitivos va de eso, de mirarse a los ojos para entenderse y apenas poder hacerlo. Uno puede llegar a ser tan escurridizo, que ni las persianas cerradas son un obstáculo insalvable como para dejarle un presente a modo de flor cortada a quien se cree que debería de estar. Ni siendo inmensamente rico y tonto se podría reducir a tan ardua simplicidad la necesidad de ser feliz.

¿Se puede decir puta sin ofender? Hay tantas contabilidades en el día a día, que uno no acierta a comprender tanto número animado, y dado que fui un gilipollas, por qué no filosofar también sobre esos milagros que no son tales.

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