Tag: Novelas

23
Ago

Se dejó llevar, sí

La especulación inmobiliaria, senderos, nidos de araña, correspondencias, antepasados, el mundo escrito y no escrito, todo cabía en la biografía del silencio. Pretendía la invención del cuerpo: reunirse junto a la mesa en un lugar privilegiado; estaba harta de amores difíciles, del sol del jaguar y todo lo cósmico: promesas. Punto y aparte tocabaY fue a ver el prefacio…

Lo vio de fábula en la sinrazón. Encajó dentro de sus seis propuestas para ese nuevo milenio sin él.

En la ciudad no todo era invisible. Ni vizconde ni barón u hombrecillo era, sino un caballero inexistente. Si una noche de invierno la coleccionó, ella lo iba a poner fuera de su hechizo. Sol de muerte pasó a tener en tanto mundo aparente. Extrañó ira y tiempo perdido, fue su sentido primero de la palabra. Cualquier cosa menos las teorías del amor en el mundo árabe medieval. 

Nunca fue alguien.

10
Ago

Novelas donde saber perderse

Mi primera novela no fue el sueño más grande que tuve. Buscaba voces que me hablasen de la cotidianidad, sin que nadie me mirase por encima del hombro. Empecé con breves aproximaciones, más bien todo fue una especie de poder absoluto a modo de diario, que se repitió por tres veces: El libro de un cualquiera, Me columpio en el vacío y A las luces de abril.

Pero como no me podía leer, conformé de algún modo mis primeras novelas como tal. Fui uno y fui tres personas como poco. Tenía como oficio novelar y ser parte de la acción que se desarrollaba en mis letras.

Crucé océanos en tal involucración con El Chándal de la jubilación, Desconfianza Racional y Zanahorias para todos hasta concluir esa mi hoguera con un ejemplar denominado Desconfianza Racional. Otra vez hablaba de mí y conmigo.

Y como seguía pensando en lo que hacía viré a ese rol del Siempre hay algo que decir. Solo quería seguir la línea del tiempo.

Tiempo que me hizo ponerme en carne viva al publicar Buscadores de señales. Desde entonces las pausas ya no son lo mismo.

El verdadero valor del descanso apareció con Viento sobre el mar, eso sí que fue una mano tendida. Yo, como tantos, bebí el liviano veneno de haber nacido por primera vez hace tanto que ni siquiera lo sabía hasta que novelé tal silencio, solo silencio.

Para acabar náufrago sin isla en El Fin de la Infancia, que me deparó silencio y tensión. Es lo único en lo que me reconocía.

Lo mismo todas ellas, novelas, serán de las más vendidas. Tal vez hasta aquí pudiera considerarlo inicios, porque ni era el mejor ni el peor de los tiempos. León, brújula y armario fui con Dinero y mujeres, Billete de ida y Flores de plástico. Obras que no dejan de ser historias de dos ciudades bajo una misma piel, puesto que no quise dejar a nadie fuera, aun a sabiendas del peligro.

Todo un contagio global de sensaciones que necesité valorar mucho más lo nuestro, y pergeñé Las lágrimas de tu payaso. De tan pujante me sentí que entre lo real y lo ficticio derivé a Un cuadro en blanco.

Narraciones donde no había más ley que el movimiento, para quedarme en Deseos Humanos escandalosa y flagrantemente.

Y sigo con esas oscuras pasiones, sin aquel sueño grande. Todo el mundo tiene en su núcleo central una historia… quizás sea la actual: El día que llovió hacia arriba.

Jamás pudiera haberme imaginado tanto sin haber ido paso a paso, novela tras novela, siendo PEBELTOR. En todas ellas, los restos de uno y otro pueden entremezclarse.

Ni me arrepiento ni las destierro: son, soy, somos… Los niños aprenden cuando ven, los adultos cuando el castigo es efectivo, que no deja de ser el contrapunto adecuado con el realismo dominante en mis narraciones. Así pues, tienen donde saber perderse.

9
Ago

Lluvia roja

No era gente de esas, de historias de alcobas, sí era un fanático a pesar de su temperamento filosófico. ´Lluvia roja´ era la palabra que usaba como seguridad. Eso bajaba los humos a cualquiera. Era maestro y mago, hasta que el rey se inclinó y los mató.

Fue su Venus, desde la sombra llameante; en ese hotel nómada, con su amor y los sentimientos desordenados. Nadie se quedaba con ganas en aquel lugar. Ellas colaboraban con el valor de ser mujer. No eran de tomar limonada o agua mineral, su poesía del pensamiento las obligaba a beber todo lo concentrado. Eran VIP: gramáticas de la creación… por tiempo limitado. Hambre y seda.

Más la fama y la bondad insensata de la vida secreta de esos edificios, sumado al manual de aquel dictador hizo que el destino de los caballeritos blancos ya fuera otro. Pero como si no fuera testigo todo se quedará en ese libro de los secretos, con sus fragancias y sus trampas. Un pesar de patria, pura extrañeza. Y fanatismo. ¡Está hecho! La herida es demasiado grande y nada. Resulta difícil probar que no sabía nada de cómo se gestó la maldita lluvia roja. Las víctimas siempre son las mismas, y se ciñen a la búsqueda compartida; mismos temperamentos, mismas filosofías… bajo dos banderas, dos escaleras. No hay más cárcel que los ojos vacíos: actos obscenos en lugares privados, también.

Cuentos, quedará en eso, para cualquier ladrón de recuerdos. ´Lluvia roja´, diría.

 

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